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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA Nº 314 FEB 2015

Ha sido una realidad anunciada. Hacía meses que todos los expertos vaticinaban que el cáncer del islamismo radical no estaba confinado en las fronteras de Siria, Irak, Malí o Somalia. Hoy por hoy, ninguna sociedad occidental queda exenta de su amenaza. Lo ocurrido en Francia entre los días 7 y 9 de enero cuando un grupo terrorista dividido en dos comandos armados con fusiles automáticos asesinó a 17 personas en tres ataques —uno contra la sede del semanario Charlie Hebdo, otro matando a una policía municipal y el tercero en un supermercado judío— y las posteriores detenciones en Bélgica y España de yihadistas con perfiles muy similares a los terroristas galos han despertado todas las alarmas. No sólo ha supuesto un nuevo mazazo contra la seguridad y la esencia misma de la libertad de todos, sino que además, ha revivido el sentimiento de vulnerabilidad en unas democracias en las que nos creíamos a salvo. Los tres autores de los asesinatos de París (los hermanos Cherif y Said Kouchani y Amedy Coulibaly) eran yihadistas autóctonos, nacidos y criados en Francia, pero alienados ideológicamente y perfectamente entrenados militarmente para ser capaces de matar y morir en nombre de Alá. Esta vez no eran lobos solitarios enloquecidos por su fanatismo sino que formaban parte de una célula dirigida por una estructura superior. Unos lo hicieron reivindicándose como miembros de Al Qaeda en la Península Arábica (AQPA), el otro, del autodenominado Estado Islámico (Daesh en su grafía en árabe). Y lo hicieron de forma coordinada alcanzado el triste honor de ser la primera manifestación de un nuevo terrorismo islamista polimorfo, con una bicefalia internamente competitiva por su liderazgo y que ahora dispone de territorios convertidos en campo de entrenamiento y de unas nuevas tecnologías que les permite reclutar adeptos en cualquier lugar del planeta. Tras lo ocurrido en París, mandatarios de todo el mundo han aunado sentimientos de repulsa e indignación. Y también de preocupación y responsabilidad por cómo defender a sus ciudadanos. Ante un desafío de semejante magnitud no cabe sino ser contundente y responder de manera coordinada complementando acciones militares, de inteligencia, policiales, jurídicas, políticas, diplomáticas y de cooperación. Se trata de actuar en dos frentes interconectados: por un lado, impidiendo que los muyaidines regresen a sus países de origen no sólo para cometer actos terroristas sino también para captar nuevos yihadistas. Por otro, interviniendo militarmente en los focos del terrorismo para detener la masacre, parar su avance, abortar el adoctrinamiento de combatientes occidentales, cortar sus vías En París, por primera vez, se coordinaron miembros de Al Qaeda y el Daesh Febrero 2015 Revista Española de Defensa 7 Olivier Hoslet/EFE


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