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REVISTA GENERAL DE MARINA OCTUBRE 2014

película, como si  se tratara  de Los Diez Mandamientos de Cecil B. de Mille, el Espartaco kubrickiano o el mítico y legendario Ben-Hur bajo la mise en scène de William Wyler. Con la tecnología de última generación del ordenador, en sustitución de la artesanía viva y alegre de antaño y de la influencia del Hollywood tradicional en posesión del poder absoluto y sin duda dictatorial. Antes, era  el truco de los expertos en efectos especiales, ahora quien rige los destinos de la producción es la informática, y Noé es un buen ejemplo de ello.  El film nos presenta un Noé carpintero, modesto, servicial y fiel a un oficio que ama y estima en clara referencia a su entorno familar y coloquial. Nuestro personaje principal, de pronto, sufre un profundísimo cambio al recibir  una llamada de las alturas —Dios se nos hace así presente y potente— a fin de cumplir una trascendental misión que hará cambiar el sentido de toda la raza humana. Dios, fatigado, cansado, un poco harto quizás del desarrollo humano en la Tierra, en un mundo extraordinariamente corrupto, amenaza a esta humanidad  díscola con la llegada de un diluvio, el conocido diluvio universal, que todo lo devastam y lo transforma de manera irreversible. Es la destrucción del planeta, la imposición de la lluvia  tenaz, constante, con  la fuerza de un torrente desbocado y sin dirección. Es el castigo  del Señor a una civilización escasamente civilizada. No ha cumplido, no ha hecho bien los deberes y ello conlleva una durísima reprimenda, un castigo  en forma de inauditas tempestades de aguas desbordadas por todos los lugares del mundo. Entonces, el momento estelar de Noé. Construye una embarcación, concretamente un arca donde se embarcarán  animales de todas las especies conocidas, humanos incluidos, al objeto de salvar y asegurar la vida cara al futuro. La cinta cumple a rajatabla todo aquello que se nos había prometido; espectacularidad  a raudales, imprescindible emoción, efectos  especiales cuidados  al más mínimo detalle, diseño  industrial  cinematográfico elaborado y estudiado con rigor profesional, veracidad  en las secuencias más delicadas y que marcan  la  pauta, el camino a seguir de todas aquellas superproducciones —y Noé lo es con toda seguridad— concebidas para romper en taquilla, recuperar la inversión y obtener,  lógicamente, beneficios. El director se debió de encontrar como pez en el agua a lo largo del difícil rodaje. De su anterior universo particular —conviene recordar su debut como director con la inquietante y revolucionaria Pi— a la espectacularidad de Noé media más que un abismo  En declaraciones al New Yorker,  Darren Aronosfsky afirmaría: «Hay un gran mensaje en la película, un poderoso mensaje sobre la inundación que se avecina por causa de un calentamiento global. Se trata del apocalipsis medioambiental, creo que es un gran tema hoy en día por lo que está ocurriendo en el planeta. Noé fue el primer medioambientalista....». ¿Noé un película de marcado mensaje ecologista? ¿y por qué no? Toni ROCA CINE CON LA MAR DE FONDO 554 Octubre


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