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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 895 OCT 2015

Seguridad y Defensa El comandante de la AMISOM inspecciona un puesto avanzado en Mogadiscio REVISTA EJÉRCITO • N. 895 OCTUBRE • 2015  23  Para ser justos, algunos países africanos han realizado loables esfuerzos para mejorar el profesionalismo de sus militares. Sin embargo, más de medio siglo después de obtener su independencia, las sociedades africanas aún necesitan reevaluar cómo establecer unas fuerzas armadas profesionales. Principios militares La profesión militar se basa en varios principios comúnmente aceptados: subordinación al poder civil, lealtad a la nación y al Estado, neutralidad política y ética institucional. Esos principios están consagrados en valores como disciplina, integridad, honor, compromiso, deber, servicio y sacrificio. A pesar de la larga letanía de antecedentes que podrían dar a entender lo contrario, lo cierto es que esos mismos principios y valores también adornan en gran medida a las sociedades africanas y a sus líderes. El problema reside en que en demasiados casos la adaptación e implementación de esos principios quedaron trastocadas. Autoridad democrática El proceso democrático debe ser protegido por las instituciones del Estado, incluyendo las fuerzas armadas. La noción del profesionalismo militar en los estados democráticos debe, por tanto, incluir valores básicos como la aceptación de legitimidad de las instituciones, no participación en el proceso político y respeto por los derechos humanos. Es importante recalcar que esos valores y principios también tienen raíz en la cultura africana. Solo durante los periodos colonial y poscolonial fueron erosionados en favor de regímenes autocráticos. Más recientemente se ha sido testigo de un amplio esfuerzo para recuperar los valores históricos de la profesión militar, en parte asociado a una mayor participación de los ejércitos africanos en misiones exteriores. Lealtad Formar militares profesionales depende de establecer una lealtad clara y equilibrada al Estado como gestor de la nación y el respeto a la sociedad civil. Un ejército que implementó con éxito ese principio fue el senegalés. Desde su independencia, Senegal no ha conocido un golpe de Estado. Lo mismo puede decirse de Botsuana, Cabo Verde, Mozambique, Namibia y Zambia3. Los países que sufren un golpe pagan un precio alto y duradero. De hecho, el 65% de los países subsaharianos ha sufrido un golpe y el 42% varios4. Entre 1960 y 2012, nueve de los intentos de golpe en Sudán y siete de los diez en Ghana fueron contra regímenes militares. Tal historial se convierte en una carga de la que es difícil deshacerse y que ha contribuido al colapso o a la desestabilización de no pocos países. Por otra parte, la frecuencia de golpes con éxito ha disminuido considerablemente desde la mitad de la pasada década. Factores como la inestabilidad política y económica, la corrupción y la ausencia de estructuras democráticas tienden a justificar


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