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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 114

LA INTELIGENCIA MILITAR EN LA PENÍNSULA IBÉRICA... 35 a nivel nacional, ya que se tendría acceso a una aglomeración de inteligencia de fondo ya establecida que aumentaba constantemente, nutriéndose de toda nueva información de índole militar que llegase a la corte. No sería exagerado pensar que los reyes, emires y ricos hombres tendrían oficiales bajo su mando cuya labor era informar sobre el estado de los asuntos, especialmente si se estaba en medio de una situación u operación militar. Fue en la corte en 1340 donde Alfonso tuvo que reaccionar a la pérdida de la flota castellana en 1340 y luego preparar de forma rápida su respuesta, con todo lo que eso implica militarmente, cuando Tarifa fue sitiada por los ejércitos marroquíes74. En este caso, este puerto era de demasiado valor estratégico para dejarlo caer en manos enemigas. Doce años después, la corte real de nuevo sirvió como el centro en donde se concibió y se lanzó la campaña algecireña. En este caso, el monarca no se encontraba bajo amenaza, sino que buscaba el apoyo militar y financiero de sus súbditos para la captura de una importantísima plaza en el estrecho de Gibraltar75. No obstante, los planes estratégicos diseñados a más alto nivel se tendrían que implementar y en el proceso chocarían contra las mutables realidades y circunstancias locales. Dicho de otro modo, el análisis estratégico y operacional se enfrenta de forma inevitable a la inteligencia táctica, lo cual, en el mejor de los casos, resulta en una modificación o en nuevo plan de acción. Si no se hacía de dicha manera, fuese por incompetencia u obstinación, se corría el riesgo de fracasar. En cuanto a la información y análisis táctico, se puede ver que se llevaba a cabo constantemente en las torres y fortificaciones fronterizas que constituían la primera línea de defensa. En estos casos, los alcaides, al recibir noticia y examinar cualquier nuevo desarrollo en la frontera, debían decidir si se trataba de simples problemas o malhechores rutinarios o si la situación era más seria y merecía una reacción mayor, como sería el alertar al resto de la red fronteriza o más allá inclusive. También se puede observar en las actuaciones de los adalides cuya pericia y experiencia les permitía discernir qué situaciones precisaban su atención y análisis. Otro lugar de encuentro lo constituían las grandes ciudades fronterizas, que estaban en posición para formar parte de la defensa de la frontera y recibir noticias de forma rápida, pero suficientemente alejadas para poder analizar la información sin el mismo nivel de inmediatez. En el caso de la campaña del Salado, Sevilla fue el punto de encuentro y partida antes de ir de forma definitiva hacia el área de Tarifa. Allí se reunieron los monarcas de Castilla y Portugal, se discutieron las últimas informaciones, se organizaron 74  Crónica de Alfonso XI: op. cit., vol. I, pp. 306-10, 317-18, 321-22. 75  Ibídem, vol. I, pp. 336-40. Revista de Historia Militar, 114 (2013), pp. 11-40. ISSN: 0482-5748


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