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REVISTA GENERAL DE MARINA ENERO FEBRERO 2013

viviDO Y cOnTaDO En nuestro catamarán, una vez doblada La Socapa, caímos a estribor para ir navegando hasta el pecio del Furor en una navegación de algo menos de una hora. La situación del pecio la hicieron los cubanos por estima, pues ni está balizado ni llevaban GPS. Tras un par de inmersiones de uno de los buceadores, se localizó y nos preparamos todos para la inmersión. La anterior había sido de unos nueve metros como mucho. Ahora se trataba de bajar a 25. De nuevo la emoción, la adrenalina, los sentimientos, la preocupación por hacerlo todo bien y conforme a las instrucciones que me daban; y comenzamos el descenso poco a poco, haciendo las compensaciones en tres o cuatro puntos, viéndonos en el fondo en un par de minutos. me sentí seguro como en la del Oquendo, pero ahora lo que tenía ante mis ojos era mucho más limitado. La visibilidad era de 10 metros aproximadamente. El Furor se encuentra totalmente colapsado y sus restos diseminados, por lo que hay que seguir las indicaciones de los que conocen bien el pecio para identificarlo. Rodeamos una caseta y al pasar al lado opuesto vi a mi hermano y a otros buceadores mirando con linterna dentro de un compartimento en el que se adivinaba la manivela de accionamiento de una sirena custodiada por un pez El autor buceando en el pecio del Furor. (Foto: manuel P. Cervera Fantoni). 110 Enero-feb.


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