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REVISTA GENERAL DE MARINA ENERO FEBRERO 2013

ción se desata una enorme tormenta que hace naufragar el barco en el que viajan. Pi, de forma casi milagrosa, consigue salvarse gracias a una barcaza en la que viajan los más diversos pasajeros: una hiena, un orangután, una cebra y, entre ellos destacar por su espectacularidad y presencia, un tigre. Ante tan difícil situación, y a pesar de que el resto de los inesperados viajeros son eliminados a las primeras de cambio, el protagonista —excelente interpretación del actor Suraj Sharma— decide domar al tigre, aunque el propósito de la aventura no es fácil. Pero es mucha la voluntad del muchacho para conseguir su objetivo: amaestrar al animal  y sobrevivir  a  una aventura que le permita llegar sano y salvo a tierra firme. Con este bagaje y con la inspiración de la novela original escrita por Yann martel, Ang Lee consiguió realizar una de sus más bellas y emotivas películas. La parábola del náufrago —y conviene no olvidar el perfil psicológico de El viejo y el mar— a la deriva es utilizado por su director para una penetrante reflexión de final amargo y desencantado sobre la condición humana, de la soledad y de la supervivencia, que marcan la intensidad de La vida de Pi. En el caso de esta película declararía  a la prensa el autor de Tigre y dragón: «me gustaba cómo el libro contemplaba la pérdida de la inocencia, las dudas internas, cómo todos de pequeños somos buenos y con los años empeoramos. no quería hacer una película naif ni inocente, pero sí reflexionar sobre cómo sufrimos al crecer  y forcejeamos  con la vida. Tampoco mi intención es cambiar de género por sistema, es algo que surge. En realidad, busco temas que me emocionen...». Con este bagaje, e inspirándose en el best seller original, emprendió la aventura impredecible del rodaje, que se preveía azaroso, como la vida de su principal personaje. Ang Lee es un director que domina el escenario con habilidad y recio sentido del ritmo. Ha sido una de sus principales características, que con el paso del tiempo y la madurez de los años se reafirma. El humor, la fantasía, la imaginación llevada al máximo, se encuentran felizmente en la ejecución del film. Al hilo de la tradición    popular china —Lee nació en Taiwán— filma  el delirante festival estético —toda la cinta es de una extrema belleza visual— encerrado en un reducido espacio, la balsa que conduce a los pasajeros hacia un destino incógnito de final incierto. Todo  permite a Lee desarrollar su sentido del ritmo, de la acción y más concretamente cuando la tormenta arrecia con fuerza y el espectáculo de las olas es tan inmenso como desolador. La belleza es entonces seductora y fascinante, que explota como un espectáculo de categoría excelsa, sin abandonar ni por un momento el acento lírico, íntimo y personal de Pi debatiéndose entre la cinE cOn La MaR DE FOnDO 128 Enero-feb.


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