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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2014

RUMBO A LA VIDA MARINA Un proceso de ósmosis permite la conservación de pescado salado. En la foto del autor, secadero familiar en la costa del mar de Barents, Noruega. Y ya que estamos metidos en la ósmosis, diré que no hay nada más distinto que un pez de agua dulce y otro de agua salada. Los peces de agua dulce poseen células más concentradas en sales que el medio que les rodea, por lo que el agua ambiental, al contrario de lo que ocurre en los peces marinos, se introducirá durante el proceso osmótico en sus protoplasmas, produciéndose así una querencia —llamémosla así— al exceso de agua intracelular. Dicho de otra manera, es imposible que podamos mirar «cómo beben los peces en el río por ver a Dios nacido», por la sencilla razón de que ningún pez de agua dulce bebe, mientras que todos los peces de agua salada lo hacen con fruición para luchar contra su potencial deshidratación. Pero cuanta más agua de mar beben los peces más sales ingieren y, ante ello, se impone eliminar el exceso de sal ingerida, si puede ser ahorrando en lo posible el agua corporal que ya hemos dicho que en cierta medida es deficitaria en el pez marino. Ello se consigue en muchos animales marinos gracias a que sus riñones suplementarios están concebidos para excretar la sal muy concentrada, es decir, disuelta en el mínimo de agua necesaria para su funcionamiento. Y en este momento y aunque 108 Julio


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