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REVISTA GENERAL DE MARINA MAYO 2015

VIVIDO Y CONTADO espalda y con media docena de pastillas que tomar cada 24 horas. La cabeza me aconsejaba que me dejase de aventuras más o menos románticas porque yo ya no era aquel chaval que, muchos años atrás, hacía el trayecto Rota-Cartagena y viceversa, metido entre las piernas del ayudante del chófer de un camión Pegaso pintado de gris naval, o acobardado y encogido en la cabina de una cuba amarilla con 3.000 litros de gasolina y los frenos defectuosos, o en la parte trasera de un cochambroso Land-Rover, e incluso encajonado en el sidecar de una vieja vespa. Todavía no existía la autovía y también tenía su encanto cruzar por el centro de La Puebla de Cazalla, de La Roda de Andalucía, de Osuna, de Estepa, de Antequera y pararse a descansar y a respirar aire puro en lo alto del Puerto de la Mora en Granada. En fin, creo que se me ha ido un poco el santo al cielo y me estoy olvidando de lo principal de estas líneas que trato de escribir, que no es otra cosa que mi cariño por esa Quinta Escuadrilla que, según rumores tristes y desafortunados, podría seguir los pasos del Príncipe de Asturias dentro de no mucho tiempo. Ojalá sean falsos rumores y los SH-3D, los Sea King, los «Ángeles del Mar», continúen surcando los cielos de España prestos siempre a ayudar y colaborar allá donde se les necesite. Pues, como ya he dicho, la cabeza me aconsejaba guardar la invitación del almirante y seguir dedicándome a lo mío, a hacer sudokus de nivel fácil, resolver crucigramas no muy complicados y dormir la siesta. Sin embargo, mi corazón me decía a todo lo contrario: «¡Anímate! —parecía implorarme—, no estás tan mal y quizás sea la última oportunidad que se te presenta para saludar y abrazar a viejos compañeros y amigos y volver a pisar el suelo de esos hangares que tantas veces te vieron enfundado en tu mono de vuelo, con el chaleco de supervivencia cubriéndote el pecho y la espalda y con la bolsa donde guardabas tu viejo casco de vuelo y el piernógrafo». Para mí, hablar de la Quinta Escuadrilla es como hablar de algo mío; no se trata del 005-1 o el 005-16, sino de todos y cada uno de ellos. Por desgracia he tenido que ver hundirse en la profundidad del mar de Ferrol al 005-13 desde la cubierta del portahelicópteros Dédalo; he lanzado una corona de flores en el lugar cercano a la isla de Escombreras en Cartagena, donde se perdió el 005-18, llevándose para siempre a los compañeros Lucio y Arturo; he volado hombro con hombro con S. A. R. Don Juan Carlos cuando era Príncipe de España, y posteriormente ya como Rey, y he pasado cientos de horas con un «busca» ceñido a la cintura pendiente siempre de la llamada del piloto de servicio: «Hay una emergencia, dentro de 10 minutos le recogerá el Land Rover». Un pesquero que había lanzado un SOS, una evacuación de algún herido o enfermo, búsqueda de desaparecidos en aguas de Huelva y muchos casos más para los que siempre estaba presta y dispuesta la Quinta Escuadrilla y sus dotaciones y nadadores de rescate. Y con todos estos recuerdos entrañables ahí estaba yo, con la invitación del almirante en una mano y la pastilla de las seis en la otra. Cabeza y corazón 2015 701


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