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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 896 NOV 2015

Operaciones REVISTA EJÉRCITO • N. 896 NOVIEMBRE • 2015  23  de los afganos y de lo difícil, si no imposible, que resulta cambiar determinadas formas de pensar. Para mí, sin negar lo anterior, es un ejemplo igualmente claro de otro problema al que se enfrentan las mujeres en Afganistán: la joven de nuestro ejemplo salió de la consulta sin que nadie hablara con ella, sin que sepamos qué siente y qué piensa ante esta situación. Algo que sucede con mucha frecuencia en Afganistán porque, todavía hoy, cuando analizamos el modo de pensar de los afganos, nos limitamos a tomar en consideración lo que expresan sus portavoces: siempre hombres, normalmente de cierta edad; y en función de lo que ellos nos dicen, llegamos a conclusiones sobre la manera de pensar de todos los afganos. Incluso cuando intentamos solucionar los problemas de las mujeres, no son normalmente ellas quienes los plantean, ni quienes discuten las posibles soluciones. Resumiendo: cuando analizamos el factor humano, nos olvidamos de la mitad de la población, ignorando sus opiniones, intereses y temores. QUÉ SIGNIFICA GÉNERO Antes de tratar sobre la relevancia de la perspectiva de género en las operaciones militares, parece conveniente definir exactamente el concepto de género, término que es empleado con frecuencia como sinónimo de sexo, pero que es en realidad un concepto diferente. El sexo hace referencia a las características biológicas que diferencian a un hombre de una mujer, se reconoce a partir de datos corporales genitales y se hace patente por una serie de características físicas, biológicas, anatómicas y fisiológicas, que definen a los humanos como macho o hembra. Es una construcción natural, con la que se nace. El género es otra cosa. Aunque tiene su origen en la diferenciación sexual, hace referencia al conjunto de características sociales, culturales, políticas, psicológicas, jurídicas y económicas asignadas a las personas en función de su sexo y que se traducen en la asignación de diferentes roles sociales. La primera diferencia entre sexo y género radica en el hecho de que, mientras aquel es una realidad natural, que no depende ni del momento histórico ni del marco geográfico, el género es una construcción cultural que varía en función del espacio y el tiempo; es decir, al dato objetivo del sexo, cada grupo cultural le atribuye un contenido particular, que define lo que considera masculino y femenino y que sirve para atribuir roles diferenciados a unos y otros. La distinción entre sexo y género es reciente; hasta hace no mucho tiempo, se consideraba que la diferenciación entre los roles atribuidos a hombres y mujeres era algo consustancial a la naturaleza humana. Según el pensamiento tradicional, la diferencia de roles entre hombre y mujer se debe a que la propia naturaleza les predispone a hacerse cargo de tareas diferentes. Esta diferenciación de roles se ha traducido en las sociedades tradicionales en una subordinación de la mujer al hombre, considerada también de carácter natural. Al menos en nuestro entorno cultural, esta concepción está superada. Hoy sabemos que los rasgos de conducta que definen a hombres y mujeres están más condicionados por la educación y por el entorno social que por la biología. Y es por ello que no son inmutables: pueden cambiarse. Según el escenario, las mujeres tienen unas necesidades específicas


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