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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 896 NOV 2015

todos los efectos, dejando de tener estos, con el Arzobispado Castrense una mera relación y función administrativo pastoral, sino una vinculación del todo eclesial, como la de cualquier sacerdote con su diócesis y obispo. Desde esta doble renovación de la presencia del capellán en las Fuerzas Armadas tenemos que decir que este se caracteriza por ser: ¿Sacerdote?, ¡naturalmente! Su misión en la milicia no es la militar, que estupendamente saben desempeñar sus profesionales, sino la sacerdotal de acompañar, escuchar, asistir, celebrar y administrar los sacramentos a aquellos que alejados de sus cuarteles y de sus hogares ejercen la misión, encomendada por la nación, en bien de los hombres y mujeres a los que defienden. ¿Capellán? ¡También!, puesto que se encarga como pastor de una parte del Pueblo de Dios que vive frecuentemente al margen de la parroquia de su territorio. ¿Capellán castrense? ¡Por supuesto!, ya que se integra en la milicia y sobre todo en la vida de sus gentes y de sus familias, viviendo, día a día y codo a codo, con aquellos a los que se entrega. ¿Páter? ¡Aun mejor!, es el término cariñoso y entrañable acuñado durante todos estos siglos por los propios militares españoles para dirigirse, designar y referirse a su capellán, sabiendo que distinto a ellos, forma parte de ellos, viviendo entre ellos y participando con ellos de los gozos y las dificultades de su trabajo. Páter es el término que los militares del siglo XXI siguen concediendo a los capellanes, que en la actualidad forman parte y están integrados en el SARFAS y que continúan prestando cuidado espiritual, con dedicación y entrega, a los hombres y mujeres que han elegido como forma de vida la milicia, esa profesión de hombres honrados. NECESIDAD DE CAPELLANES INTEGRADOS EN LA MILICIA En una visita a Melilla, por boca del capellán que atiende la plaza, me sorprendió conocer y saber del gran número de capellanes enterrados en aquellas tierras. ¿Cuántos de ellos, anónimos, han muerto sirviendo a los que eligieron servir? ¿Cuántos regresaron enfermos a la vuelta de las campañas o misiones a las que se desplazaron? Pero sobre todo, ¿cuántos han animado a nuestras tropas en momentos de dificultad? ¿Cuántos 58  REVISTA EJÉRCITO • N. 896 NOVIEMBRE • 2015 han asistido a nuestros hombres a las puertas de la muerte? ¿Cuántos han tenido que llorar y sufrir con sus familias el dolor de su partida? Nuestros capellanes han aprendido a través de los siglos a ser uno más y a vivir como uno más, sin olvidar quiénes eran y para qué estaban en la milicia. De no ser así, el mismo militar se lo demandaba e incluso se lo reprochaba. En el cuartel, en la incomodidad del campo de maniobras, en las largas marchas, en la batalla y en la guerra o en las actuales misiones internacionales, pasando frío o calor, escasez o incluso soledad, han experimentado en sus propias carnes las dificultades de la profesión y de los que a ella se dedican, dotándola, desde su espiritualidad propia, de un plus de humanidad. Podríamos hablar de la necesidad de una doble integración del capellán en las Fuerzas Armadas para que este pueda cumplir con la misión encomendada. La que realiza el Estado, que puede ser de distinta índole y naturaleza, según el modelo que considere más adecuado en bien de la mejor atención espiritual al militar creyente, y la integración que debe realizar este entre el personal que atiende, y a lo que desde la eclesiología se denomina «encarnación», que va mucho mas lejos de una mera integración funcional o administrativa. Se convierte en la imitación, por parte del sacerdote, de Jesús que se encarnó en el mundo y en su historia, haciéndose hombre entre los hombres, compartiendo con ellos y entre ellos sus alegrías y sus penas. Esta actitud es la que ha de empujarle a saber integrarse y encarnarse por si mismo entre sus fieles como uno mas, desde la disponibilidad y la entrega personal. Esta es la verdadera y necesaria integración que precisa el capellán católico en la milicia para poder prestar la mejor asistencia posible a los hombres y mujeres que forman parte de ella y la que necesita el militar católico para ser debidamente atendido. Los medios que el Estado y el Ejército ponen a su disposición han de ser utilizados solo para facilitar su misión. El capellán se convierte, al estar integrado, en capellán castrense, pero cuando se encarna se transforma en el páter de todos. El SARFAS es, en la actualidad, el medio utilizado por la Institución para facilitar la prestación religiosa, indispensable para poder atender a los creyentes de las Fuerzas Armadas. A él le toca, por este


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