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BOLETIN INFANTERIA MARINA 20

HISTORIA 115 AÑOS DE LA EXPLOSIÓN… del conflicto una cuestión nacional. Los medios hicieron su trabajo compitiendo por la mejor portada sobre la crueldad de los soldados españoles. El 15 de febrero, a las nueve y cuarenta de la noche, el Maine vuela a consecuencia de una misteriosa explosión cerca de la proa. Inmediatamente los Estados Unidos -que desde 1896 venían fomentando la guerra independentista con afanes intervencionistas- culparon a España del hecho. Hasta hace poco tiempo casi todo el mundo comprendía que el asunto del Maine había servido independientemente de su origen, que casi nadie a estas alturas atribuía ya a los españoles, para desencadenar la guerra entre España y los Estados Unidos. El resumen de un gran conocedor de los problemas de Cuba, el teniente general Martínez de Campos, es revelador: <<Salió en seguida de los Estados Unidos un barco de salvamento, con la carga necesaria para investigar sobre las causas del accidente ocurrido. El Bangrove, a cuyo bordo iban los buzos y los principales componentes de la comisión informadora, fondeó junto a los restos del crucero Maine. Mas con él llegaron, casi a un tiempo, las noticias de Norteamérica sobre la orientación y la actitud adoptada por la prensa. Súpose, en efecto, en esa fecha, que un diario neoyorquino había lanzado un gran artículo en el que se anunciaba que una mina submarina había causado la destrucción del Maine, decía también –el mismo artículo- que se trataba de un asunto premeditado, y que no era ajeno a ciertas deliberaciones del Gobierno de Madrid; y, en fin, que de lo expuesto se tenía una prueba irrefutable”. Más todavía. El New York Herald de 28 de febrero comentaba lo anterior y aun agregaba: “…el Gobierno de Madrid asegura que no había minas submarinas en el puerto de La Habana, pero en un plano aparecido en la biblioteca militar de Washington figura la posición exacta de las minas españolas. El Maine quedó fondeado junto a una de ellas, que estaba conectada con la orilla”. No obstante, en los Estados Unidos y en España hubo una aparente calma. Se esperaban los informes, sin pensar que el nuestro sería incompleto, ni que uno y otro llegarían a conclusiones diferentes. En efecto, los buzos americanos encontraron torceduras hacia el interior del barco que habían sido originadas, forzosamente, por una explosión externa, y los españoles sólo vieron dobladuras hacia fuera, causadas, sin duda alguna, por una explosión interna. Tales orientaciones predominaban, cuando menos. Demostraban claramente lo que cada cual deseaba demostrar. No hubo ecuanimidad por ninguna parte; y fue preciso resignarse –de momento- a los efectos producidos por esta controversia estéril y apolítica. 80 BOLETÍN DE INFANTERÍA DE MARINA


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