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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2015

VIVIDO Y CONTADO ble, enseres, repuestos, artículos consumibles, vestuario, material de ayuda, vehículos, helicópteros; en fin, únicamente un día y medio para decidir y embarcar todo aquello. En cuanto al personal, además de la dotación, se contó con una compañía de Infantería de Marina, una Unidad de Sanidad, una Unidad Aérea, el Estado Mayor y una Unidad de Ingenieros del Ejército de Tierra. Vacunación, reconocimiento médico previo a la misión, problemas personales que había que escuchar, etc. No había mucho tiempo para resolver todo aquello. La salida estaba prevista para las diez de la mañana del día 20 de marzo, pero a esa hora todavía quedaba en el muelle material que finalmente se embarcó como se pudo en cubierta de vuelo para poder iniciar la partida una hora más tarde. En tiempo récord, se había alistado el buque para una misión de duración indeterminada, muy lejos de España y con un gran esfuerzo por parte de todos. Se puso a prueba la flexibilidad y capacidad de reacción, tanto de la Armada y del Ejército de Tierra como de la Sanidad Militar. Una vez fuera de puerto tocaba arranchar todo el material y trincarlo a son de mar, ya que no había habido tiempo de hacerlo antes de la salida. El parte meteorológico daba un respiro hasta pasar el Estrecho y había que aprovechar aquellas horas de buena mar. El buque ya había dejado la isla de Malta por la popa el día 24 de marzo, cuando la capitán de Intendencia Rubio, habilitada de a bordo, que se había dedicado a recontar todo el material embarcado, me vino a ver al camarote: —Segundo, tenemos un problema —para a continuación añadir—, de momento controlado. —¿Solo uno? A ver, dime. La capitán me contó que el personal femenino ajeno a la Armada, básicamente del Ejército de Tierra y de la Sanidad Militar, le había ido a ver para exponerle que con un embarque tan apresurado habían dado por supuesto que el buque les podía facilitar lo necesario para su higiene íntima menstrual, pero la sorpresa fue mayúscula: el buque no disponía de dichos artículos de consumo femenino que hasta entonces se adquirían particularmente por las interesadas antes de embarcar y la intendencia del buque no tenía que preocuparse de ellos, al menos así había sido hasta aquella fecha. Ahora, de ser un problema personal había pasado a ser logístico y afectaba a la misión y a una parte importante del personal a bordo. —Dijiste que lo tenías controlado; cuenta. —Sí, he reunido a todo el personal femenino a bordo; hemos hecho recuento de lo que ha traído cada una y he calculado que, repartiendo las existencias, tenemos suficiente cantidad hasta la escala en Djibouti. Allí hay que comprar sin falta. 102 Julio


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