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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 126

ROCÍO MORENO CABANILLAS media brazas de agua y persuadidos de nuestra última desgracia a la vista de todo un pueblo que no podía favorecernos, como ni nuestras anclas sustentarnos » (48). Pero, ayudados por unos marineros de una canoa que casualmente pasaba por allí, y por un piloto presente en el puerto que salió con una lancha para socorrerlos, a las 15.00 lograban fondear en el puerto puertorriqueño. El paquebote echaba por fin anclas en tierra americana, y así despegaba el nuevo servicio de correspondencia marítima. Mientras el Cortés echaba amarras, dos oficiales enviados por el gobernador de Puerto Rico se personaron a bordo. Estos, viendo ya asegurado el paquebote, determinaron que, de vuelta, les acompañara Antonio Loño, encargado de inaugurar la administración de correos de dicha isla, para entregarle los pliegos al gobernador. Entretanto los restantes pasajeros permanecían en el barco intentando darle el último fondo, lo que consiguieron a las cuatro de la mañana del día siguiente. El 27 de diciembre, a las siete de la mañana, la tripulación pudo por fin poner el pie en tierra. En San Juan se abastecieron de agua, leña y otros mantenimientos de que andaban escasos, para continuar viaje hacia las siguientes recaladas previstas, Santo Domingo, Cuba y La Habana. Para tal derrota, subió a bordo del buque un práctico habanero, conocido por ser un buen marinero, que les ayudaría en su dirección. El 30 de diciembre la tripulación volvió a embarcar, en medio de alguna que otra protesta, pero hubieron «de acceder al menosprecio de nuestra vida y derecho natural de conservarla, solo por no frustrar los fines de esta primera expedición» (49). Antonio Loño, como dijimos, se quedó en Puerto Rico, para abrir allí la oficina de correos y establecerse como administrador de ella. El pasaje restante, por su parte, veía cómo el Cortés levaba anclas el 30 del mencionado mes a las cinco de la mañana, si bien no lograría zarpar hasta las 12.00, cuando empezaron a soplar vientos favorables que le permitieron salir costeando la isla rumbo a La Habana. Reanudada la travesía, los incidentes no cesaron. El 4 de enero de 1765 reconocieron el puerto de Santo Domingo, pero el viento contrario hizo impracticable la maniobra de acercarse a él. Hubo que hacer una señal para que acudiese a bordo un práctico, a quien se le encomendó avisar al gobernador a fin de que mandase a una persona de su confianza a recoger los pliegos con destino a Santo Domingo. El emisario del gobernador se personó a bordo por la noche, y se le hizo entrega de la correspondencia a fin de que se repartiera por la ciudad de Santo Domingo y sus inmediaciones. Entregada la correspondencia, el paquebote prosiguió su rumbo sin tardanza, hasta que el 11 de enero por la mañana «se descubrieron las montañas que llaman del Cobre de la Ysla de Cuva» (50). Pero la entrada en la bahía de Santiago, siguiendo la desafortunada tónica, se enrevesó por culpa del capitán, (48) Ibidem. (49) Ibidem. (50) Ibidem. 86 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 126


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