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MEMORIAL INGENIEROS 91

MEMORIAL DE INGENIEROS N.º 91 I N G E N I E R O S 8 organizar el primer cuerpo de ingenieros conocido. Estos especialistas de élite dirigían los sitios a las ciudades, los puentes de combate y el apoyo a la movilidad a las cuádri-gas de combate. Estos militares fueron los primeros en estar equipados con modernas herramientas de hierro de zapador y en emplear minas de guerra ofensivas. Esto tuvo lugar hacia el año 880 a. C., cuando estos ingenieros conducían galerías (minas) bajo las murallas y fortificaciones enemigas, para de este modo conseguir un acceso al interior de las zonas fortificadas o abrir una brecha lo suficientemente grande para permitir un asalto masivo. Estos ingenieros excavaban cámaras bajo las murallas y apuntalaban el techo de las mismas mediante puntales de madera. Los puntales posteriormente se quemaban, provocando que la cámara y la estructura (muralla) que residía sobre ella colapsaran y se derrumbaran. De este modo las tropas atacantes procedían al asalto a través de la brecha abierta en las murallas. De entre tantas minas militares creadas con éxito a lo largo de la historia, son de reconocer las del emperador Alejandro Magno y su ingeniero jefe Diades en los sitios de las ciudades de Halicarnassus (334 a. C) y Gaza (332 a. C). Una de las primeras minas contracarro fue descrita por el ingeniero militar Philo de By-zantium alrededor del año 120 a. C., cuando él mismo recomendó que “se deberían en-terrar tinajas de barro vacías enfrente de las murallas” que protegían las ciudades. Estas se disponían verticalmente con su abertura mirando hacia arriba, rellenadas a base de algas o césped que no marchitara, y cubiertas de tierra. De esta manera las tropas po-dían pasar sobre las tinajas, pero las máquinas de guerra y torres de asedio se hundían en ellas. Otro primitivo ejemplo de mina contracarro tuvo lugar durante el asedio romano a la ciudad de Jerusalén en el año 70 d. C., cuando los fanáticos judíos excavaron una mina de túnel bajo una de las cuatro grandes máquinas de asedio romanas (potentes arietes sobre ruedas), dando como resultado la destrucción de la misma y un cese en los ataques de tres días. Aunque los orígenes de la pólvora negra no se conocen con seguridad, seguramente fue desarrollada por los alquimistas chinos que buscaban el “elixir de la inmortalidad” durante la dinastía Tang, alrededor del año 850 d. C. Esta fue empleada contra la in-vasión del imperio mongol de Ghenghis Khan durante el año 1209. La pólvora negra impresionó de tal manera a los mongoles que estos la trajeron consigo de las conquis-tas, y más tarde la introdujeron en los ejércitos europeos tras las desastrosas batallas de Liegnitz y Sajo en abril de 1241. Gracias a la invención de la pólvora, los ingenieros militares chinos fueron los primeros en emplear lo que hoy conocemos como minas explosivas contrapersonal, y lo hicieron contra los invasores mongoles de Kublai Khan en el año 1277. Fabricadas en muchos tamaños y formas, estas minas podían detonar tanto a la orden como por presión, ya fuera mediante primitivas espoletas de presión (probablemente basadas en cerillas) o por mecanismos de encendido precursores al del trabuco de chispa. Sin embargo, estas minas rara vez se emplearon, y ya estaban olvidadas para cuando los exploradores occidentales llegaron a Oriente. La llegada de la pólvora negra a Europa marcó el comienzo de la artillería moderna. De hecho, el término gunner (cañonero, artillero) puede ser una variante de gynour, que sig-nifica “ingeniero”. La tecnología para fabricar y hacer deflagrar la pólvora negra vio sus orígenes en Europa en el siglo XIV, y supuso el gran paso en la evolución de las minas de guerra. El factor sorpresa y la eficacia que las minas de túnel producían se incrementó significativamente al explosionar grandes cargas de pólvora negra al final de galerías excavadas bajo las fortificaciones. La primera acción de la que se tiene constancia del empleo de estas minas tuvo lugar en Europa en el año 1403, durante la guerra entre


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