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MEMORIAL INFANTERIA 67

BIBLIOGRAFÍA Las operaciones son muy reales: lentas en ocasiones, desorganizadas, o basadas en información escasa o errónea. De repente, ¡Contacto! y todo explota. También son variadas: en ocasiones se trata de hacer presencia por primera vez en una zona, otras de realizar una operación basada en una corazonada, ampliar la “burbuja de seguridad”, interferir las acciones (extorsión, tráfico de droga, intimidación o dominio de los Talibán), búsqueda y destrucción, cerco y batida, ataque a posiciones conocidas o a santuarios, operación aerotransportada, uso de vehículos para la maniobra, como transporte, como apoyo. Al principio casi todo es santuario, pues el terreno está completamente dominado por los talibán y sólo unos puntos están asegurados. El GT dispone de vehículos de combate, aunque escasos y modestos como los viejos Scimitar; pero los aprovecha bien, igual que los Mastiff, que cuando aparecen son empleados casi como VCI, pues su blindaje es suficiente contra armas de pequeño calibre y protegen contra minas e IED. Pero aunque se combinen todos los medios disponibles (incluyendo como armas resolutivas los Apache y los F15 y F18), éstos son combates de infantería ligera ¿o tal vez de infantería pesada desembarcada? Muchas aproximaciones se hacen caminando bajo el peso del equipo, comida, agua y munición, siempre empapados, sudando bajo un calor asfixiante. Los combates a media o corta distancia ponen de manifiesto la falta de agilidad que la protección conlleva. Las carreras hacia el enemigo o huyendo de él son siempre cortas, angustiosas y asfixiantes. Lo peor son las bajas. No sólo en sí mismas, sino porque hay que sacarlas a la mayor velocidad posible, frecuentemente a pie. Un herido grave anula a una sección, si son varios se detiene la compañía. Las pequeñas unidades, con frentes discontinuos, sin escalones a retaguardia que se encarguen de las evacuaciones, tienen que retroceder abandonando objetivos que tanto costó alcanzar. Lo contrario equivaldría a dejar morir a un compañero y, a diferencia de lo que sucede en la guerra convencional, aquí eso no puede pasar. La vida se arriesga no sólo por el herido, también por el muerto. Tácticamente es un error, está claro, pero aquí “vivos o muertos, todos vuelven”, haciendo buena la letra: “y antes de abandonar a uno sin compasión, habría de quedar entera…”. El enemigo es impersonal, sólo en los combates próximos o cuando están muertos se les distingue con claridad. Mientras tanto son un elemento escurridizo, eficaz, ágil y adaptativo. Utilizan lo que tienen: fusilería las más de las veces, frecuentemente ametralladora y RPG, y en numerosas ocasiones morteros. Sobrecoge su utilización del terreno, bien sea preparado o sólo conocido, la habilidad para iniciar la acción (de día localizan a los 110 británicos nada más iniciar cada operación, como acredita continuamente la escucha radio). Los escasos años que han transcurrido (la acción es de 2007), nos han hecho olvidar la ventaja que el incremento y multiplicación de los UAV ha supuesto, ya que sumergidos en la vegetación o aprovechando las cubiertas y abrigos para evitar ser baja, es muy difícil la localización de un enemigo que normalmente actúa en las zonas con mejor posibilidad de enmascararse o en las más compartimentadas (vallas, casas, corrales, riberas, trincheras…), sólo se le ve claramente si se mueve al descubierto o está ya encima. Hay que batir la zona donde se cree que está y la eficacia es poca, incluso cuando se emplean morteros, AML o Lag-40. En los combates a corta y media distancia las granadas de fusil (H&K) desempeñan un importante papel (tiradores experimentados pueden usarlas eficazmente a distancias insospechadas en tiro directo o por el segundo sector). La sección de tiradores resulta un arma rentable y la aparición de un verdadero francotirador en el lado enemigo provocará continuos quebraderos de cabeza. Cuando el talibán está al otro lado del muro, de la zanja o a la vuelta de la esquina es el momento de la granada de mano. Incluso se llega a dar la orden de calar bayonetas, casi olvidada desde la Gran Guerra. Naturalmente, los cañones de los vehículos y el Javelin, si ven al enemigo son despiadadamente resolutivos por su contundencia, precisión a larga distancia y, en el caso de los cañones su posibilidad de batir objetivos puntuales o zonas, destruyendo grupos. A veces también lo hacen los Lag 40 (H&K). Todas las operaciones ofrecen algo interesante para un infante, pero tal vez el capítulo más emotivo sea “El día más oscuro”, con una lección de moral militar en su última página que vale por varios tratados de liderazgo al uso. El final, “Juicio crítico”, es mucho más que un balance impresionante, que con un coste de 8 muertos y más de 50 heridos, no es excesivo tras leer el libro o si lo comparamos con el número increíble de bajas. El espíritu ofensivo rinde sus frutos, el frente se desplaza poco a poco y se va ganando terreno al enemigo que pierde iniciativa y que pasará de cercar los puestos avanzados de sección aislados (una idea que parecía sacada de nuestra Guerra de África antes de Annual) a los IED. Sólo por este capítulo, una auténtica lección magistral de milicia ya merecería la pena el libro, aunque resulte “incomprensible para los que no han servido”


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