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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

EL TENIENTE gENERAL DE LA ARMADA DON JOSE PRIMO DE RIVERA y SU ... tes, con el conocimiento explícito del gobierno de la península de yucatán, que concedió al efecto las franquicias pertinentes en obsequio de las medidas adoptadas por los generales O’Donnell y Primo de Rivera, jefes de tierra y mar de la isla de Cuba, que auxiliaron a los yucatecos en la guerra que sostenían contra los indios. Relevado el general Primo de Rivera del mando del apostadero de La Habana en 1848, por haber cumplido el tiempo fijado para esos destinos, se restituyó a la Península en buque particular, dejando en aquel paraje la memoria de su excelente administración y recto proceder. Llegado a España, fue nombrado por real decreto de 13 de octubre capitán general del Departamento de Cádiz; pero, habiendo caído gravemente enfermo en Sevilla, donde se hallaba, no pudo presentarse a tomar posesión de su nuevo destino. Habiéndoselo participado a S.M., este, en real orden de 13 de noviembre, se sirvió determinar que el general permaneciese en Sevilla el tiempo que estimase necesario para su restablecimiento, puesto que la de tan buen servidor del Estado era para S.M. atención privilegiada como la que más, y por consiguiente, no solo autorizaba sino que mandaba todo lo que contribuyese a ese fin. Repuesto de sus dolencias, salió para Cádiz el 29 de noviembre, y al día siguiente tomó posesión de la Capitanía General del Departamento. En este destino dio nuevas pruebas de su energía y carácter, sosteniendo los intereses de sus subordinados y reclamando con firmeza del gobierno que las partidas consignadas para personal y material en los presupuestos se hicieran efectivas, y que los derechos de los empleados de Marina fuesen religiosamente respetados como acontecía con las demás corporaciones del Estado. Los sinsabores derivados de estas disputas socavaron aún más su quebrantada salud y, como consecuencia de ello, presentó la dimisión de su cargo, que S.M. se sirvió admitir el 23 de septiembre de 1849. Habiendo hecho entrega del mando, se restituyó a Sevilla, donde tenía su familia. Abierta una nueva legislatura en 1852, a pesar de su avanzada edad y achaques, se trasladó a Madrid otra vez, para ocuparse de sus tareas de senador vitalicio —pertenecía al Senado desde su institución en 1845— y, al mismo tiempo, ver cumplido su deseo de apadrinar a su sobrino carnal don Fernando de La Puente y Primo de Rivera en su consagración como obispo de Salamanca, dignidad que ejercería decorosamente. Cumplido este deseo, una vez cerradas las Cortes regresó a su casa en Sevilla. Allí pasaba tranquilamente sus días, en compañía de su amada familia y rodeado del aprecio de los sevillanos, que reconocían en el veterano marino sus virtudes cívicas y militares, cuando un accidente apopléjico, sobrevenido la mañana del 25 de julio de 1853, terminó repentinamente con la existencia del general, dejando en la mayor amargura a su desconsolada familia, a sus numerosos amigos y al cuerpo de la Armada, que tenía el honor de contarlo entre el número de sus más distinguidos generales. Tal fue la vida del general josé Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, benemérito de la patria en grado heroico y eminente, caballero Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III y de las militares de San Fernando y Año 2014 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 111


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