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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

ALEJANDRO N. BERTOCCHI MORáN da. Durante su ministerio se firmó el célebre convenio de Vergara, del que resultó la total pacificación de las provincias del norte de España, el más importante acontecimiento de las guerras carlistas. Como ministro interino de Hacienda se opuso a firmar contratos onerosos y a tomar decisión alguna que resultara lesiva para los intereses públicos, dando, en el desempeño de ambos cargos, pruebas inequívocas de probidad, entereza y patriotismo. Su discordancia con algunas cuestiones políticas que por aquel tiempo se ventilaban en el seno del gabinete le llevó a presentar su dimisión como ministro de Marina, que S.M. se sirvió aceptar por real decreto de 21 de octubre siguiente, no sin manifestarle el aprecio con que miraba su lealtad y distinguidos servicios, en mérito de los cuales le otorgaba la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden española de Carlos III, y poco después, la plaza de ministro del Supremo Tribunal de Guerra y Marina, del que fue separado por los acontecimientos políticos de septiembre de 1840. Sin embargo, retuvo su cargo de senador, desde el que asistió a este alto cuerpo en las célebres cuestiones de regencia y tutoría, siendo uno de los pocos que votaron en contra del gobierno de entonces. Cesado que hubo en su cargo de senador, se restituyó a Sevilla. Allí permanecerá un tiempo, renunciando el destino de vocal del Almirantazgo para el que se le nombró en 1842, y allí se hallará cuando los acontecimientos políticos del verano de 1843. Habiéndose adherido al levantamiento general, la junta de Gobierno de Andalucía le nombró comandante general del Departamento de Cádiz y de sus fuerzas navales, cargo en que le confirmó el gobierno provisional de la nación que reemplazó al del exregente Espartero. Habiéndose trasladado a desempeñar ambos mandos, los ejerció con prudencia y tino en aquellas críticas circunstancias, calmando los ánimos y aglutinando alrededor de su autoridad a todos los jefes y empleados de Marina, que pusieron fin a las divisiones y banderías pasadas. Su caballeroso porte y su honrado proceder le granjearon en esta ocasión el aprecio general de los miembros de la Armada. Fue ascendido a teniente general por real decreto de 12 de septiembre, y por otra disposición del mismo rango se le nombró capitán general propietario del Departamento de Cádiz, con todas las facultades y preeminencias anejas a este elevado empleo. Elegido y nombrado nuevamente senador por la provincia de Cádiz, cesó en el mando del departamento y se presentó en la corte a tomar posesión de su asiento en la Cámara alta. Por real decreto de 20 de enero de 1845 se le nombró comandante general del apostadero de La Habana, adonde se trasladó en la fragata Cristina para tomar posesión del mando el 5 de junio siguiente. Lo ejercería por espacio de tres años, durante los que emprendió la obra del varadero, que en su día produjo magníficos resultados, dada su capacidad para abrigar vapores de alto porte, y adquirió para el Estado los vapores Castilla, León y Satélite, el bergantín barca Laborde y la goleta Juanita. En 1846 se abatió sobre la isla un horroroso huracán equinoccial, que dejó daños y averías en todos los buques y edificios del arsenal, a lo que hizo frente con la decisión y brío que siempre lo habían distinguido. También durante su mando se establecieron para los españoles —y con éxito— las pesquerías de la costa de Campeche e islas adyacen- 110 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 124


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