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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

MATAgORDA: BALUARTE gADITANO La planta inicial del castillo era rectangular y de pequeñas dimensiones, concebida para utilizar preferentemente su frente marítimo. En 1724, a propuesta del Consejo del Reino, durante la segunda parte del reinado de Felipe V se ordenó estudiar una ampliación del recinto, con vistas a adicionarle dos patios donde emplazar sendas baterías, y a adecuar su estructura para responder a un eventual ataque terrestre. El proyecto fue desarrollado, sobre la base de los datos topográficos facilitados por el sargento mayor de Artillería Mateo Vergara, por el ingeniero militar marqués de Verboom (5). La importancia del castillo de Matagorda fue considerable en las acciones bélicas desarrolladas entre 1702 y 1823 en la bahía gaditana, periodo durante el cual la ciudad padeció tres asedios a un tiempo marítimos y terrestres. La situación política en 1702 El siglo XVIII comienza con una de las innumerables guerras en que por entonces se vio involucrada España sin mayor motivo que los intereses dinásticos y los conflictos familiares de los reyes absolutistas de la dinastía borbónica. Estos conflictos alcanzarían su máxima expresión cuando el rey, falto de salud física y mental, cedió la dirección política de sus ambiciosos planes familiares a su esposa, Isabel de Farnesio, patrocinadora de demoledores — para el interés nacional— tratados internacionales de familia. Fruto de estos cabildeos intradinásticos fue el trato preferente con que España obsequió a Francia, que obtuvo la concesión de importantes privilegios, tales como el permiso para transportar esclavos desde Guinea hasta Colonia del Sacramento, en el Río de la Plata, desde donde a su vez se trasladaban a Brasil, o la licencia para introducir mercancía en la costa oeste de América —el denominado «Lago Español»—, lo que llenó las costas de Chile y Perú de productos franceses, transportados, entre otros concesionarios autorizados, por el marqués de Coetlogon, que disponía de seis navíos de línea para este servicio. En 1702 el rey Felipe V, que a la sazón tenía diecinueve años (6) y estaba recién casado con una niña de trece, María Luisa de Saboya (7), decide viajar a Italia. Los motivos —graves— para emprender aquel fatídico viaje eran tres: 1) poner el pie en Nápoles y Lombardía, a fin de reforzar su figura ante aquellos súbditos, para lo cual les concedió una amnistía fiscal; 2) intentar alcanzar con Clemente XI un pacto en lo referente a su investidura como rey de Nápoles, a lo que el papa —temiendo la reacción del (5) joris Prosper van Verboom. Nacido en Amberes en 1667, fue un ingeniero militar español de origen flamenco, primer marqués de Verboom, capitán general y fundador del Real Cuerpo de Ingenieros, cuya creación fue aprobada por real decreto de Felipe V el 17 de abril de 1711. Murió en Barcelona el 19 de enero de 1744. (6) Su despedida de París para coronarse rey de España fue aprovechada por su abuelo Luis XIV para pronunciar la famosa frase «ya no hay Pirineos». (7) Esta moriría a la temprana edad de veintiséis años, después de cuatro partos. Año 2014 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 33


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