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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

gERARDO MANUEL LóPEZ gARCíA de los Cien Mil Hijos de San Luis con la población civil facilitaron la invasión. No obstante, al pueblo llano también le alcanzó algún «efecto colateral»; y así, por ejemplo, durante los tres meses de ocupación de Puerto Real, el duque de Angulema gravó con un impuesto a los vecinos, a quienes además obligó a colaborar con aprovisionamientos para la tropa y la caballería. El plan de conquista de Cádiz era el mismo que el planteado por el mariscal Victor en el primer sitio, pero con una variante: como quiera que, en esta ocasión, el mar estaba en manos de los atacantes, el sitio de la ciudad se podía cerrar totalmente. Los franceses pensaban atacar Cádiz por dos vías: la primera, asaltando la península del Trocadero, defendida por un regimiento de 1.500 hombres —entre los que se contaban destacados políticos liberales (43)— al mando del teniente coronel josé Grases (44), para, una vez conquistada, bombardear desde allí la ciudad hasta su rendición. El segundo camino sería la conquista de Chiclana para, a través del Puente Zuazo, alcanzar Cádiz por el istmo. Al parecer no se contemplaba un desembarco en la zona de Puntales. La defensa del Trocadero se preparó con tiempo suficiente para crear un canal artificial que convertía la península de Matagorda en una isla (45). En paralelo a este canal se dispusieron defensas para impedir el paso de la caballería, y para taponar a la infantería, también en paralelo, se cavaron trincheras en forma de dientes de sierra, detrás de las cuales se colocaron los puestos de artillería de campaña. A toda prisa se retomaron las obras de reconstrucción de las defensas, destruidas durante la Guerra de la Independencia. Las primeras escaramuzas se produjeron el 16 de julio, pero se trataba solo de un tanteo. Mientras tanto, se iniciaron los trabajos de reconstrucción de Matagorda y Fort Luis. Por fin, el 30 de agosto, los franceses bombardearon las líneas españolas de defensa, especialmente la línea del Trocadero y el Molino de Guerra. Entre las dos y las tres de la madrugada del 31, los franceses, aprovechando la marea baja en el canal artificial, y posiblemente ayudados por algún informador local, vadearon el caño de Cortadura con el agua al pecho y las armas en alto, tomando por sorpresa a las tropas españolas, a las que atacaron «a la bayoneta». Según el Diario Oficial de Operaciones, estas transcurrieron así: «La primera línea quedó fácilmente tomada, así como el Molino de Guerra. No pudiendo juntarse muchos para arrollar á bayoneta al enemigo, (43) Entre ellos anotamos a Manuel Cortina Arenzana, que fue alcalde de Sevilla; al teniente de Artillería Francisco Lujan, hijo del secretario de las Cortes, y a los tenientes de Ingenieros josé Falledo y Pedro Abelló, prisioneros de los franceses. (44) El teniente coronel Grases era un destacado miembro del grupo liberal que se oponía al traslado de tropas para mantener las posesiones americanas, a las que pretendía retener aplicando la Constitución. El grupo de conspiradores, presididos por Antonio Alcalá Galiano y juan Álvarez de Mendizábal, estaba formado, junto con Grases, por el comerciante javier Istúriz, los letrados Vadillo y Vallesa, Vicente Beltrán de Lis, Gutiérrez Acuña y el médico juan Manuel de Aréjula. (45) En la figura 3 puede verse, con el número 20, el trazado del canal artificial que une el río San Pedro con el caño de María. El canal puede vadearse a pie en las mareas bajas. 52 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 124


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