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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2016

PAÑOL DEL ESPAÑOL (Limpia..., brilla... y da esplendor) SETENTA VECES SIETE ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Es curioso, respetado lector, el proceso que siguen determinadas palabras a la hora de almacenarse en donde sea que residan en nuestro cerebro. En algunos casos habitan en ese lugar durante años tal como las aprendimos originariamente, sin sospechar, ni por un momento, que tal vez pudieran estar mal usadas o incluso que hasta alguien les haya cambiado alguna letra. Escapular Un ejemplo de lo que acabo de exponer lo experimenté yo mismo recientemente cuando hace unas semanas empleé el término escapolar en el foro de una reunión con una docena de oficiales, mi jefe entre ellos. Usé Jesucristo esa palabra para informar sobre una avería producida durante el relleno de combustible en una petrolera del Arsenal de Cádiz. Expliqué que una de las mangueras sometida a presión se había escapolado de la brida a la que estaba acoplada mediante unas abrazaderas, provocando un accidente que, por fortuna, no tuvo consecuencias que merezcan mencionarse. Cuando llegué al despacho me entraron dudas sobre si había empleado correctamente ese vocablo. Enseguida lo busqué en el DRAE y me llevé la sorpresa de que no está incluido en el diccionario académico. Allí, sin embargo, sí figura escapular con dos registros. El primero tiene, a su vez, dos acepciones con un marcado carácter marinero: «1. Doblar o montar un bajío, cabo, punta 2016 123


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