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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 900

DOCUMENTO Armas y Servicios en la Primera Guerra Mundial REVISTA EJÉRCITO • N. 900 ABRIL • 2016  77  humanos, la amplitud de espacios y las extremas condiciones meteorológicas, pero estaba ya contaminada por la revolución, como todo el ejército del Imperio. Finalmente, la infantería polaca, prácticamente rusa por la larga ocupación de la mayor parte de su territorio, no tuvo una intervención significativa. En el curso de la guerra fueron surgiendo nuevos elementos, formas, medios y modos de acción que enriquecieron progresivamente el pensamiento militar universal, y las principales aportaciones fueron las referidas al combatiente, al armamento y a la logística. Si todas ellas fueron importantes para los ejércitos, tuvieron una especial trascendencia para la infantería; no en balde era el arma principal de los ejércitos. Aunque las relativas al armamento no son las principales, las vamos a tomar en consideración en primer lugar porque facilitan la comprensión de las demás, en concreto el fusil, la ametralladora, la alambrada, los gases asfixiantes y el carro de combate. El viejo fusil, procedente en su mayoría de la guerra franco-prusiana, fue objeto de importantes mejoras que dieron lugar a un fusil de repetición moderno, con percusión por aguja, cerrojo sencillo y de fácil manejo, proyectiles puntiagudos que mejoraban el alcance y la precisión, cartuchos de pólvoras sin humo que mejoraban la puntería y dificultaban la localización, y alimentado por cargadores con varios cartuchos que se alojaban en un depósito en el cuerpo del arma. El nuevo fusil otorgó al soldado más genuino de la infantería, el fusilero, una potencia de fuego individual desconocida hasta entonces y mejoró el choque al dotarlo con un cuchillo-bayoneta corto y ancho. Había nacido el arma individual por excelencia del fusilero. La ametralladora, arma de repetición de origen francés, tuvo su uso de combate inicial en la guerra franco-prusiana como arma de repetición por rotación de cañones y montada sobre una cureña de cañón, pero no llegó a obtener resultados significativos. En la Gran Guerra apareció un nuevo modelo de ametralladora, monocañón, con repetición por toma de gases, montada sobre un trípode, con alta velocidad de tiro que llegó a unos 600 disparos por minuto, refrigerada por agua, alimentada por cinta y con una trayectoria de sus proyectiles muy tensa y capaz de batir con eficacia amplias zonas planas, por lo que creaba barreras infranqueables para la infantería en sus avances y para la caballería en las explotaciones del éxito. Había nacido un arma extraordinariamente eficaz para el esfuerzo defensivo, por lo que recibió el merecido título de «esqueleto de la defensa». La alambrada era un ingenio muy simple y elemental para la protección de posiciones defensivas que resultó extraordinariamente eficaz al hacer prácticamente imposible el asalto. La combinación del fuego de las ametralladoras con el obstáculo de la alambrada obligó a la infantería a renunciar a la ofensiva y a refugiarse en las trincheras, lo que impuso la estabilidad en los frentes y el combate solo por el fuego, es decir, la ausencia de soluciones tácticas para el combate. Los gases asfixiantes fueron una nueva arma ofensiva extraordinariamente eficaz. Cuando en abril de 1915 los alemanes, en Ypres, liberaron durante cinco minutos 168 toneladas de cloro gaseoso procedentes de 4.000 cilindros metálicos Infante alemán en 1914


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