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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 900

de contrabatería que anulaban la ventaja teórica del soixante-quinze. Tras la batalla del Marne, donde la observación aérea, que se haría imprescindible para el futuro de la artillería, permitió la victoria aliada, los alemanes, ante el avance ruso en el frente oriental, se vieron en la necesidad de modificar su estrategia ofensiva para fortificarse y se pusieron a la defensiva sin perder por ello la iniciativa general. Además ocupaban el núcleo industrial francés y así, siguiendo las lecciones de la guerra ruso-japonesa, crearon un sistema de trincheras sobre las alturas de Ypres y el Somme que, combinando alambradas y ametralladoras, proporcionaban a la defensiva una acusada ventaja al mismo tiempo que permitían anular la efectividad y la superioridad numérica de la artillería de la Entente. Se hacían buenas las palabras escritas en 1895 en el Memorial de Artillería por los comandantes Mata y Vargas en referencia a la necesidad de contar con piezas de fuego curvo o vertical en campaña cuando afirmaban que estaba demostrado por numerosas experiencias que la artillería de campaña es incapaz, en muchas ocasiones, 92  REVISTA EJÉRCITO • N. 900 ABRIL • 2016 con su Shrapnel1, de hacer desalojar las trincheras del campo de batalla o destruirlas con su granada ordinaria, sobre todo cuando el parapeto es del mismo terreno natural, y avisaban de la necesidad de que su acción fuera acompañada, en este caso, de piezas de tiro curvo tales como obuses y morteros. La campaña de movimiento, de los primeros meses de la guerra, proporcionó otras lecciones: Francia había perdido más del 50% de sus cañones del 75 y, al mismo tiempo, la alta cadencia de fuego elevó de forma alarmante el consumo de munición, de manera que hacía imposible a la industria reponerla. Por otro lado, el consumo de munición era directamente proporcional al desgaste de los tubos y, como se había pensado en una guerra corta, en la que se preveía vivir de las reservas, aparecieron los problemas de la propia dinámica del campo de batalla y del «camaleón de la guerra», como expresaba Von Clausewitz, que cambia permanentemente, sin seguir desarrollos unidireccionales, en este caso el brutal aumento de cadencia de tiro, que significó una aceleración que tenía su precio, aunque no previsto, y aquí implicaba una mayor producción con gastos cada Cañón francés de 75 mm de tiro rápido en acción de fuego


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