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REVISTA GENERAL DE MARINA MARZO 2016

viviDO Y CONTADO No he de olvidar mencionar el contento que produce ver a tus esporádicos «adversarios» sinceramente de tu parte, máxime cuando esto sucede en el restringido espacio de un buque de guerra, en el que la convivencia resulta mucho más meritoria que en cualquier destino en tierra. Durante semanas o meses compartes guardias, mesa, ducha y aseo con las mismas personas, que además en algunos casos son tus superiores. Las ves prestando servicio y fuera de él. La intimidad se limita a los cortos períodos de sueño, y la relación humana se intensifica al máximo en un marco de tan escasa dimensión que podrías recorrerlo casi a ciegas. La Asturias estuvo asignada a la SHARP GUARD durante cuatro meses de frenética actividad, siendo felicitada en varias ocasiones. Recaló en Brindisi, ciudad adriática de rancio sabor español, pues no en vano fue la base desde la que nuestra Armada operaba con magníficos resultados allá por los comienzos del siglo xVII, dirigida con gran tino por el insigne duque de Osuna, cuando por aquellos lares ondeaban, orgullosas, nuestras banderas. A la ciudad del Vesubio volvió varias veces, entró airosa en Venecia con la bandera española más grande que se encontró ondeando al viento en una jornada inolvidable, entre los vítores de los numerosos turistas españoles que a bordo de los vaporettos visitaban la ciudad de los canales. Corfú también le abrió sus puertas, y hasta Estambul la vio fondeada, frente al palacio de Dolmabahçe, entre Asia y Europa. Las guardias en puerto, las visitas de civiles, a veces españoles, el izado y arriado de bandera, siempre lejos y sin embargo en España, en el pedazo de España que era nuestro barco, hicieron sentir a aquel oficial de milicias algo muy especial, lo hicieron saberse parte de un todo muy valioso, de una colectividad útil y capaz, preparada y entregada al servicio de España en los cuatro puntos cardinales, por la que, sin dudarlo un segundo, merecía la pena echar el resto. El 14 de mayo la fragata Asturias enfilaba la ría de Ferrol, que discurría lentamente por sus costados. Estaban en casa. Sus familiares los esperaban en el muelle. Formado en la toldilla, mientras el paisaje ferrolano desfilaba ante sus ojos, lo embargaba una íntima satisfacción, la satisfacción del deber cumplido «en la ocasión de mayor riesgo y fatiga» que había podido encontrar. Sentía en su pecho la llama viva de ese algo inescrutable, de ese embrujo que se apodera de los hombres y los convierte en extraños seres dispuestos a consumir sus días al servicio de España en la mar, y se sentía de verdad oficial, oficial de la Armada española. Si el lector siente curiosidad por conocer el nombre del protagonista de lo escrito hasta aquí, he de decir que se llamaba, y se llama, Juan José Esteban Garrido, y 20 años después puedo asegurar con rotundidad y sin temor a equivocarme que guarda como un tesoro en lo hondo de su alma el recuerdo de aquellos días que tuvo el honor de vivir, sirviendo a España en la mar, a bordo de la fragata Asturias en la SHARP GUARD. 302 Marzo


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