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REVISTA GENERAL DE MARINA OCTUBRE 2016

población era analfabeta, y ese porcentaje no era inferior entre los cristianos más devotos. Creo que no exagero si digo que solo sabían leer y escribir el clero y la nobleza. Si hoy, en pleno siglo XXI, le habláramos a un cristiano de a pie (de infantería, que diría Arturo Pérez-Reverte) sobre naturaleza consustancial, alma racional, divinidad, humanidad, hijo unigénito…, su cara se convertiría, sin duda, en el paradigma de la suprema estupefacción, cuanto más a un campesino de los siglos IV o V, cuya mayor —y quizás única— preocupación era comer de vez en cuando. Estas controversias teológicas todavía perduraban tres siglos después, tanto que incluso estaban desestabilizando las estructuras de poder del Imperio bizantino. Hasta tal punto llegaron a alterarse los ciudadanos de pro de aquella época, convertidos en ardorosos aficionados a la Teología, que Constante II (emperador a la sazón de Bizancio desde el 641, con solamente 11 años) en 648, aunque era demasiado joven como para preocuparse por semejantes asuntos, se dejó aconsejar por los que sí sabían de esto y promulgó el conocido como Edicto de Typos, en el que se prohibía tajantemente toda discusión sobre la naturaleza de Jesucristo y se imponían severas penas a quienes desobedecieran sus estipulaciones. A pesar de ello, se desataron dos rebeliones en las provincias de África y de Italia (esta última con el apoyo del papa Martín I), que tuvieron que ser reprimidas por las tropas de Constante II. Aunque, visto con la perspectiva de hoy, el motivo parezca no tener tanta trascendencia, en aquella época sin embargo, por lo que se deduce, hubo más que palabras. Sobre el sexo de los ángeles Por estas razones, hoy, según está registrado en el Diccionario académico, se califica PAÑOL DEL ESPAÑOL como bizantina a toda discusión artificiosa o demasiado sutil. Cuentan las crónicas que debates similares eran muy corrientes en Bizancio. Hasta tal punto que se dice que cuando a mediados del siglo XV, en 1453, mientras los otomanos, mandados por el sultán Mehmed II «el Conquistador», ponían cerco a Constantinopla, los bizantinos estaban discutiendo arduamente sobre «el sexo de los ángeles», muy seriamente, por cierto. No es una broma. Al parecer, existe documentación al respecto que lo demuestra, aunque me malicio que tal vez sea una exageración: no creo que nadie siga pensando en el sexo de los ángeles mientras el filo de una espada otomana está a punto de afeitarte el gaznate. Para terminar, por ahora Una discusión bizantina que también tuvo muy ocupados y preocupados a los teólogos de la Edad Media versaba sobre si Cristo se reía o no. Otra planteaba si los bebés muertos sin bautizar eran inocentes o tenían que pasar por el purgatorio para limpiarse del pecado original. Como me dijo hace más de cuarenta años el insigne escritor gallego Álvaro Paradela (de quien aprendí mucho de lo poco que sé sobre esto de escribir) hablando sobre si las flores son bellas y los pavos reales se enseñorean luciendo sus plumas: «Mira —me soltó desde detrás de su encanecida barba manchada de nicotina—, las flores son flores. Las flores son. Nada más. El pavo real busca a la pava real y para ello practica el pavorrealerotismo propio de su naturaleza. No le des tantas vueltas: siempre me mareó montar en tiovivo, por eso ya no lo hago. Eres demasiado joven. Aprende a pensar y tal vez empieces a pensar en lo que merece la pena». Agustín E. GONZÁLEZ MORALES tías. De hecho, en nuestro Diccionario académico se cita lo siguiente: «Del francés galimatias, “discurso o escrito embrollado”, y este del griego. κατὰ Ματθαῖον katà Matthaîon “según Mateo”, por la manera en que este evangelista describe la genealogía que figura al comienzo de su evangelio». Le sugiero al paciente lector que consulte los versículos citados. Decir que son embrollados es poco. (Ing.) 2016 517


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