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REVISTA GENERAL DE MARINA OCTUBRE 2016

económico de 2016, que tantos quebraderos de cabeza nos produjo). Cuando uno de los tertulianos quiso conocer mi opinión al respecto aduciendo que, como soy corresponsal de la REVISTA, debo de estar al loro de todo lo que se publica en ella, les dije que no tenía vela en ese entierro y que lo mío solían ser colaboraciones que tenían que ver con la manera de escribir (sobre el continente, no sobre el contenido), y que nada sabía al respecto sobre si Cervantes fue infante de marina o soldado embarcado en la galera Marquesa, más allá de lo que figura en el citado apéndice. Tuve, pues, la prudencia de no entrar al trapo y disfruté de un café y una tostada mientras escuchaba aquella amena discusión que, sin duda, terminaría de la misma manera que si aquellos oficiales estuvieran dilucidando cuál es el verdadero sexo de los ángeles. Volví al despacho y anoté: «discusión bizantina y sexo de los ángeles». Bastaron esas seis palabras escritas en el fichero de Word denominado «Para la REVISTA GENERAL DE MARINA» que siempre conservo, donde voy escribiendo todo aquello que me llama la atención y que pudiera ser de interés y el motivo para una colaboración en las páginas del Pañol del Español. Unos días después me puse a indagar sobre la procedencia de ambas expresiones, pues —como casi siempre me sucede, lo reconozco una vez más— no tenía ni idea de cuál era su origen. Mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que, además, ambas frases están relacionadas. Lo que sigue a continuación es el trabajo, muy resumido, sobre lo que pude averiguar al respecto en diversas fuentes más o menos fidedignas. Discusión bizantina Resulta que hay que remontarse al siglo IV cuando, en el seno de los debates que se propusieron durante el Concilio de Nicea del año 325 entre las máximas autoridades en Teología de la Iglesia de Asia Menor, Egipto y Siria, se plantearon disquisiciones muy enjundiosas sobre si Dios Padre y su Hijo, Jesucristo, son de una «sustancia similar», o sobre si —siendo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tres personas distintas— pueden y deben, no obstante, considerarse un solo Dios verdadero. Las discusiones no terminaron ahí, en Nicea, sino que se prolongaron muchos años, más de un siglo. Así los teólogos concurrentes a los tres concilios siguientes que tuvieron lugar en Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, los años 381, 431 y 451 respectivamente, siguieron debatiendo, y sus conclusiones no fueron ni mucho menos clarificadoras sobre estos aspectos y otros de similar enjundia, más bien todo lo contrario. Eran tan oscuros y difíciles de entender los razonamientos de estos insignes estudiosos de las Sagradas Escrituras que de ellos se derivaron varias herejías que perduraron incluso durante varios siglos. Dígame si no, paciente lector, qué se deduce del siguiente párrafo del Concilio de Calcedonia, celebrado nada menos que 126 años después del de Nicea: «... ha de confesarse... nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado Hebr. 4, 15; engendrado del Padre... en cuanto a la divinidad, y el mismo... engendrado de María Virgen... en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona..., no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo.» Le agradezco al lector su inmensa paciencia porque, ¡menudo galimatías! (3), ¿verdad? Más aún si tenemos en cuenta que por aquel entonces casi el 100 por 100 de la PAÑOL DEL ESPAÑOL (3) Es curioso que el lingüista Henry R. Kadane proponga que la palabra galimatías naciera en Bizancio y que tenga que ver con la genealogía de Cristo tal como aparece en el evangelio de San Mateo (Mt, I, 1-17) o Ma 516 Octubre


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