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REVISTA GENERAL DE MARINA OCTUBRE 2016

TEMAS GENERALES Puede que la primera manifestación de ese intento fuera la orden de detener las operaciones de cerco y destrucción que emitió a sus generales cuando, al inicio de la batalla de Francia, sus ágiles unidades acorazadas y mecanizadas consiguieron embolsar a través de las Ardenas a los ejércitos francés, belga y británico. Fuera por esa razón o porque el dirigente alemán, sorprendido por el éxito, no acabara de decidirse, el caso es que, ante la inesperada inactividad de los atacantes, los británicos —fundamentalmente la Royal Navy— aprovecharon la oportunidad y pusieron en marcha la Operación DYNAMO para sacar frenéticamente del continente a unos 45.000 hombres, pero, asombrosamente, consiguieron evacuar a Inglaterra a 338.226 —británicos, franceses y otros aliados—, aunque ciertamente al precio de abandonar el material pesado. Fue un éxito rotundo porque este podía ser reemplazado en unos pocos meses, pero la dotación adiestrada no. Con el personal recuperado, se organizaron 22 divisiones, aunque a menos del 50 por 100 de efectivos de plantilla y apenas con 1/5 de la artillería correspondiente. El Führer, pues, no deseaba proseguir la guerra contra Inglaterra, y mucho menos invadirla, sino acordar una paz que le dejara las espaldas libres en el W para expandir su espacio vital hacia el E (Ucrania y Bielorrusia fundamentalmente), lo que implicaba tener que enfrentarse a la URSS; también intentaba evitar que las Islas Británicas se convirtieran, en un futuro a medio plazo, en una base del despliegue norteamericano contra su país, en una hipótesis de hostilidad de la gran potencia americana, que ya avizoraba y temía. No obstante, por si no fuera aceptada su propuesta, el líder alemán planificó su acción contra Gran Bretaña en tres fases: amenazar inicialmente con la invasión como método psicológico disuasorio; planificar un desembarco expedicionario a Inglaterra, para lo que se tendría en cuenta el estudio de la Operación NORTE-ESTE de la Armada y, finalmente, conseguir la supremacía en el aire para evitar que la RAF interfiriera en la invasión, sin lo cual la operación fracasaría. De empecinarse los ingleses en seguir luchando —como así fue, debido fundamentalmente al enérgico liderazgo de Sir Winston Churchill—, intentaría imponer el acuerdo por la fuerza, realizando una feroz campaña por mar y aire contra el tráfico marítimo británico, tratando de aislar y asfixiar a las Islas Británicas y, como último recurso, invadirlas (4). Y esa fue, aparentemente, la decisión que tomó, pese a que apenas había algún militar o marino alemán de cierta responsabilidad que creyera en ella: las dificultades eran muy grandes y la Armada muy consciente de que no estaba en condiciones de llevarla a cabo transportando, protegiendo y sosteniendo al Ejército de invasión, ni tampoco disponía de medios adecuados de desem- (4) Estados Unidos en 1940 consideraba a Inglaterra, que sufría un riguroso asedio, prácticamente perdida. Creía que de haber sufrido una derrota decisiva —aparte de pensar en refugiarse en Canadá— se habría puesto en duda la fidelidad de los dominios. 2016 415


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