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REVISTA GENERAL DE MARINA OCTUBRE 2016

FAROS MARÍTIMOS Fernando DE LA GUARDIA SALVETTI (RR) ¡Una luz siempre encendida! ABLAR de faros es hablar de serenidad, melancolía, imaginación, leyenda, etc., pero sobre todo es una referencia clara y muy importante de seguridad para los hombres de la mar. La admiración que desprenden muchas veces va ligada a historias casi increíbles —por fascinantes— de sus moradores, a sus siluetas esbeltas a la vez que robustas que se recortan en el horizonte, sobre todo por su incansable labor de proteger las vidas humanas en la mar y para contribuir en el avance de las comunicaciones y señales marítimas. Son construcciones, generalmente, en forma de torre que se levantan en puntos importantes de la costa, en cuya parte más alta se pone un foco luminoso de especiales características, visible en todo el horizonte. Desde siempre han ocupado un lugar de honor en la literatura marítima y han centrado el interés de muchos escritores. Su etimología es incierta, del griego pháros, según la cual procedería de la pequeña isla de Faro, próxima a la Alejandría de Egipto (en la desembocadura del Nilo), donde durante el reinado de los dos primeros Ptolomeos existía una monumental torre, en cuya parte alta se encendía una hoguera destinada a los navegantes que arribaban a puerto. El Faro de Alejandría fue construido en la época imperial romana, en el siglo III a. de C., y es el primero del que se tienen noticias. Se sabe que estaba formado por una torre de 140 m de altura y en su cúspide se encendía un fuego cuya luz era proyectada por medio de un sistema de espejos metálicos 2016 431


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