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Revista General de Marina 270_1

VIVIDO Y CONTADO a la misma hora, lo hacía la flotilla formada por los minadores Marte y Neptuno, llevando a bordo a los cabos primeros de la Milicia Naval Universitaria para su crucero de instrucción que duró treinta y cinco días y en el que se visitaron los dos archipiélagos, Ceuta y puertos del Atlántico. Los invitados formábamos un grupo heterogéneo en edad, procedencia y profesión, lleno de ilusión y esperanza en el caso de los más jóvenes, pero unánime en la emoción por el embarque. Los primeros movimientos del buque en su salida a la mar y la acción de largar el aparejo de cuchillo levantaron la curiosidad e incluso la tensión, al ver por primera vez algo tan inaudito como trepar por la jarcia firme a los gavieros. En la carta en que se nos comunicaba que la petición para embarcar había sido aceptada, se nos decía textualmente: «El lugar de formación de los futuros oficiales de la Armada está exento de algunas comodidades que pueden encontrarse en buques de otro tipo». Advertencia muy útil, pero que ninguno de los invitados tuvo en cuenta. Las supuestas comodidades perdidas no fueron añoradas, sobre todo al recordar el curioso discurso de las armas y las letras de Don Quijote, donde se da una exacta información sobre las miserias y necesidades que pasaban los soldados, parte del cual, la que se refiere a las galeras, también podría estar en letras de bronce en la bajada al comedor de guardias marinas. El extenso programa diseñado para la estancia a bordo de los invitados se fue cumpliendo, como era de esperar, de un modo ordenado: seguridad, bienvenida del comandante, visita al buque, maniobra y ejercicios, conferencia sobre la Armada, sobre el Elcano, navegación costera, astronómica, observación de la meridiana, y así una larga relación de actividades, pero sin dejar de mencionar la información diaria sobre la situación meteorológica y la derrota seguida y por seguir. Durante el tránsito de Marín a Cádiz tuvimos de todo un poco: salimos con bruma y viento fresquito, navegando a vela y motor; después. y en diferentes singladuras. tuvimos ligera niebla, chubascos, marejada y viento, pues se maniobró en busca de esa energía eólica que nos permitiera navegar con todo el aparejo dado, exceptuando el estay de los foques y el foque volante, para finalmente entrar en la bahía de Cádiz a palo seco. Los invitados ni podemos ni debemos olvidar el trato amable y deferente recibido de toda la dotación, desde el más moderno de los marineros al comandante. Virtudes aún más manifiestas y perceptibles en las invitaciones para acompañar en la comida o cena al comandante, oficiales o suboficiales. Todos contribuyeron de un modo excepcional a completar y agrandar las expectativas que cada invitado podría haberse hecho sobre este viaje. A la agradable situación a bordo habría que añadir el beneficio de haber estado libres de periódicos, radios, televisiones y fuera de cobertura de ese martirio actual que son las oficinas ambulantes llamadas teléfonos móviles, con lo que el tránsito fue de lo más feliz, a lo que contribuyeron 94 Enero-feb.


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