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JUNIO 2016 63 •• La primera fue defendida por dos personalidades tan dispares como Indalecio Prieto y Miguel Primo de Rivera, y consistía en abandonar la zona de influencia del norte de África y recuperar, a cambio, la plaza de Gibraltar. Es innecesario comentar que en este caso todas las potencias europeas se habrían opuesto automáticamente debido a que deseaban una presencia europea en el norte de África para el control del Estrecho. Por supuesto, esta oposición internacional estaba encabezada por Gran Bretaña que en ningún supuesto deseaba perder el puerto de Gibraltar, necesario para el avituallamiento de sus buques. •• La segunda línea política fue defendida por Maura y Cambó. Consistía en que España tenía que ocupase del control de la zona costera de Marruecos. El objetivo era difundir ideas de desarrollo económico y social y, con ello, contribuir a la pacificación del territorio, desde la zona costera, pero el resto de potencias se oponía a que España mantuviese un control exclusivo sobre esta zona, por lo que trataban de amenazar la «españolidad» de Ceuta y de Melilla. •• La tercera fue defendida por personalidades tan influyentes en aquellos momentos como el conde de Romanones y el general Berenguer. Consistía en que la zona norte de África quedaba bajo el control de España en un Protectorado. Sin embargo, a pesar de ser la política elegida, no llegó a tener un apoyo mayoritario y esto provocó que la ejecución se realizara con escasez de medios militares y económicos. Esta fue la política internacional que en esta zona que aplicó nuestro país. A la luz de los acontecimientos posteriores es evidente que fue desastrosa en los ámbitos humano, militar, político, etc. La política a aplicar, como se ha comentado, no tuvo el apoyo mayoritario de la población, lo que se tradujo en la falta de habilitación de los créditos presupuestarios necesarios para una presencia española más preparada desde el punto de vista del armamento militar y de la protección de la seguridad e higiene del Ejército. Esta escasez de medios económicos fue una de las causas del llamado Desastre y se tradujo, después, en un deterioro de la imagen del Ejército frente a la sociedad por intereses diversos. Intereses que iban contra la Corona y su principal apoyo, que era el Ejército. Por otra parte, la situación en Marruecos y, en especial, la de la zona oriental, era complicada desde un punto de vista económico. Unas fuertes lluvias habían afectado a la producción agrícola de la región, con una importante disminución de dicha producción desde 1919. Durante el invierno de 1920-1921 aumentó la escasez de alimentos y, con ello, el hambre entre la población nativa. De esta manera, los trabajadores rifeños comenzaron a buscar trabajo colaborando con el ejército en la construcción de carreteras y otras obras públicas. Estos trabajadores fueron contratados por las compañías de zapadores y, aparte del salario, recibían una ración doble de pan. Las compañías de zapadores eran seguidas por un gran número de niños famélicos y desnutridos. Los soldados españoles, compadecidos, compartían su rancho con ellos3. Ante esta situación los ingenieros militares españoles empezaron a darse cuenta de que la oferta de trabajo de los trabajadores nativos comenzó a disminuir aproximadamente dos meses antes de producirse los hechos del Desastre. Esto les llamo la atención, pero no sospecharon lo que sucedería después. «Este intento de pacificación pacifica y cautelosa fue el gran error, el verdadero causante del fracaso junto con la escasez de medios de que dispuso el Ejército para acompañar la acción política. Era una zona inhóspita, (…) dividida en múltiples cábilas enfrentadas 3  Sarmiento León-Troyano, A. (1922) «Episodios del revés de julio de 1921», Memorial de Ingenieros del Ejército, marzo, Madrid.


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