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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

J. FERNÁNDEZ GAYTÁN que sirvieran para ayuda en el rescate de Miguel. También la madre había solicitado del monarca, considerando su pobreza y los méritos de su hijo, algún arbitrio o gracia para rescatarle. La solicitud fue atendida por Felipe II, concediéndole, con fecha 17 de enero de 1580, autorización para que del reino de Valencia se pudiesen llevar a Argel dos mil ducados de mercaderías no prohibidas; sin embargo, la desgracia les persigue, y así, cuando se trataba de beneficiaria, no daban por las tales mercaderías sino sesenta ducados. En tanto, llegaron los padres redentoristas a Argel el 29 de mayo de 1580, comenzando desde un principio a tratar sobre el rescate de los cautivos. Pero el de Cervantes hace que se retrase todo; pedía el rey por él mil escudos, para doblar el precio en que le había comprado, amenazando con que si no se le pagaba esta cantidad se lo llevaría a Constantinopla, cosa que parecía iba a cumplir, ya que, en unión de otros cautivos, lo embarcó a bordo de un bajel, asegurado con grillos y cadenas. Ante esta situación, fray Juan Gil, temiendo que se llevasen a aquél, y compadecido de su desgraciado estado, pidió con tanta fuerza que logró rescatarle, mediante el pago de quinientos escudos en oro de España. Y así tenemos liberado a nuestro don Miguel un 19 de septiembre. Ya en libertad, creyó Cervantes necesario justificar su comportamiento durante el tiempo de su cautiverio. A tal efecto, solicitó de fray Juan, en 10 de octubre de 1580, ya que no había en Argel ninguna persona entre los cristianos que tuviese la administración de justicia, y siendo él quien representaba no sólo al rey de España, sino también al Santo Padre como delegado apostólico, que mandase abrir una información ante el notario don Pedro de Ribera. El resultado fue que Cervantes salió lleno de las mayores alabanzas por su comportamiento: Que fue siempre exacto en todas las obligaciones y prácticas de un cristiano católico: que su zelo fervoroso y su instrucción sólida en los fundamentos de la fe le empeñó muchas veces en defenderla entre los mismos infieles con grave riesgo de su vida: que con el mismo espíritu animaba para que no renegasen a los que veía tibios y desalentados: que su nobleza de ánimo, sus buenas costumbres, la franqueza de su trato y su ingenio y discreción le grangeaban muchos amigos, complaciéndose todos en reconocerle por tal: que su popularidad y beneficencia le captaban igual concepto y aprecio entre la muchedumbre; que sin embargo de esto conservó aun en su esclavitud todo el decoro propio de sus circunstancias, tratando y conversando familiar y amigablemente con los sujetos más distinguidos por su estado y condición; y que los mismos padres redentores, conociendo su talento y buenas prendas, no sólo le trataron con singular aprecio, sino que consultaban y comunicaban con él los asuntos y negocios más arduos de sus encargos y comisiones. También es digna de citarse la declaración de don Diego de Benavides, que, habiendo llegado a Argel, procedente de Constantinopla y como cautivo, indagó en aquella ciudad de varios cristianos quiénes eran los principales y más señalados; y es a Cervantes al que indican como uno de ellos, ya que 1971 51


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