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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, SOLDADO DE MARINA era muy cabal, noble y virtuoso, y de muy buena condición, y amigo de otros caballeros; lo buscó y fue su amigo, encontrando en él padre y madre, ya que, sin conocer a nadie en la ciudad, y completamente desamparado, Cervantes, ya rescatado, lo acogió en su casa, dándole de comer, así como ropa y dineros. Igualmente, el alférez Luis de Pedrosa declaró no haber visto en Argel a ninguno que como Cervantes se preocupase tanto por la suerte de los cautivos, ya que en extremo tiene especial gracia en todo, porque es tan discreto y avisado, que pocos hay que le lleguen. Asimismo, fray Feliciano Enríquez, carmelita, halló en él un gran amigo, y cuenta que, tras haber comprobado por sí mismo la falsedad de una calumnia que contra Cervantes habían levantado, sólo podía atribuirse a quienes da envidia su hidalgo proceder, cristiano y honesto y virtuoso. Y fray Juan Gil, después de abonar la buena fe y circunstancias de los testigos, dice tener a Cervantes por muy honrado, que había servido muchos años al Rey, y que, particularmente por las cosas que había hecho en su cautiverio, merecía que S. M. le hiciese mucha merced. A esto añadía haberlo tratado con intimidad y confianza y que nunca hubiera querido trato con él si hubiera estado mal conceptuado. También el doctor don Antonio de Sosa, que por hallarse cautivo cuando lo de la información no pudo decir nada, más tarde, cuando llegó a sus manos el interrogatorio, de su puño y letra escribió una declaración en la cual dice, entre otras cosas: y si tal no fuera, yo tampoco le tratara ni comunicara, siendo cosa muy notoria que es de mi condición y trato no conversar sino con hombres y personas de virtud y bondad. El padre Haedo nos cuenta que el cautiverio de Cervantes fue de los peores que hubo en Argel; y él mismo decía años más tarde que en aquella dura escuela aprendió a tener paciencia en las adversidades. Después que Cervantes hubo recogido esta información, con autorización del notario apostólico don Pedro de Ribera y una certificación de fray Juan Gil, salió en unión de otros compañeros rumbo a España, por los finales del año 1580, consiguiendo uno de los mayores contentos que en esta vida se pueden tener, cual el de llegar, después de largo cautiverio, salvo y sano a la Patria: porque no hay en la tierra..., contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida. De nuevo en España, se incorpora al Tercio de don Lope de Figueroa. Con él embarca en Lisboa, en la Armada de don Álvaro de Bazán, a fin de ayudar a don Pedro de Valdés en la empresa de reducir la sublevación de las islas Terceras. A bordo del galeón San Mateo parece ser se halla en la batalla naval que contra los franceses se dio el 25 de julio de 1582, y en el desembarco de las tropas españolas en la isla Tercera, todo lo cual concluyó satisfactoriamente. Regresa la Armada a Lisboa y asiste de nuevo a la empresa del siguiente año en las Terceras, que también acaba victoriosamente. Asimismo, por esta 52 Marzo


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