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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

J. L. HERNÁNDEZ PASQUÍN armadas mediante los candeleros de las postizas. Oportuna la observación del «...menor descuido de los piés...» porque la tamboreta era un bosque de obstáculos entre las gatas, las gúmenas, bitones, etc., además de la resbaladiza cubierta con fuerte brusca. Una vez trabados los cascos, la palamenta o el viento se encargaban de revirar el barco para que las culebrinas tiraran a desmantelar y desarbolar al enemigo. Cuando peroraba Don Quijote en el citado «Discurso», sin duda Cervantes evocaba Lepanto, o sus penurias «amarrado al duro banco de una galera turquesca...», o cuanto le hubiera contado su hermano Rodrigo, uno de los primeros que desembarcaron en las Molas, en la conquista de las Terceras en 1582. Pero a mi juicio, donde la pluma cervantina se torna verdaderamente deliciosa para el profesional de la mar es en el Cap. xLI del Quijote, por su estilo casi de añejo cuaderno de bitácora. Veamos algún fragmento: «...ya casi pasadas las tres horas de la noche, yendo con la vela tendida de alto abajo, frenillados los remos (...) vimos cerca de nosotros un bajel redondo (...) con todas las velas tendidas, llevando un poco a orza el timón, delante de nosotros atravesaba y esto tan cerca que nos fue forzoso amainar por no embestirle, y ellos (...) Esquife. 2011 61


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