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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

F. CABRERIZO Dicen las letras, proseguía DON QUIJOTE, «que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra tiene también sus leyes y está sujeta á ellas, y dicen las armas que las leyes no se pueden sustentar sin ellas porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despojan los mares de corsarios, y finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos aún durante la paz, al rigor y á la confusión que trae consigo la guerra». Todo lo cual parece que debiera concurrir, como dirían los peripatéticos, á la proclamación de la unión estrecha é íntima de las letras y de las armas, ruedas de un mismo carro, elementos necesarios para el orden en los Estados como en las sociedades, puesto que la ley es obra de las letras y la aplicación de la ley, obra en muchos casos de las armas, cuando el Derecho no se cumple voluntariamente ó se necesita de las armas, para el restablecimiento del orden público perturbado. Nunca quizás como ahora ha sido tan conveniente en algunos casos y necesaria en otros la unión de las letras y de las armas, para la acción del Estado. Antes, la ciencia entraba para poco en las artes de la guerra. ¿Qué ciencia necesitaban los héroes de Homero en sus combates? ¿Qué ciencia necesitaban para construir sus dardos y labrar sus lanzas? ¿Qué letras eran necesarias para la construcción de sus carros de combate? Sin letras podían los honderos baleares fabricar sus hondas y recoger de los arroyos sus proyectiles. ¿No son hoy objeto de innumerables cálculos y de estudios muy severos y cada vez más sólidos, la fabricación de cañones, la de fusiles, la de proyectiles para estas armas? ¿Qué estudios prévios no impone la construcción de una fortaleza moderna ó la de un buque de guerra cualquiera, no sólo en su parte externa, no sólo en sus medios ofensivos y defensivos, sino también en las máquinas, que son como alma que mueve aquel cuerpo? Los griegos pudieron construir en poco tiempo la armada que los llevó al Asia, á las costas mismas de Troya. ¡Qué tiempo y cuántos caudales no se necesitarían para construir una flota que representara, en estos momentos, la utilidad y el valor que aquella representaba! Adviértase que existía una considerable diferencia entre las naves de que habla Homero y los trirremes que construían los corintios, cuyo secreto de construcción con la mayor severidad fué guardado por Amínocles, hasta que por mandato de la república hubieron de conocerlo sus aliados los de Samos. Pero ¿qué significan todos estos trabajos rudimentarios de construcciones navales, en comparación con nuestros destructores y torpederos de un lado y de nuestros grandes acorazados dé otro? ¿Quién puede negar las excelencias, junto con la necesidad de las armas, tan precisas para la vida del Estado? Cervantes describe por manera admirable, como se embisten «dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas trabadas, no le queda al soldado más espacio del que conceden dos pies de tabla del espolón, y con todo esto, viendo que tiene 1905 77


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