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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO-SEPT 2016

EL ARMA AÉREA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO. CAMINO DEL CENTENARIO... para no aburrir diré que es una de las peores ocurrencias que pueda tener un Sea King, aunque, gracias a Dios, el comandante piloto, Jesús Pérez-Ojeda, hombre experimentado y con los nervios de acero, condujo sabiamente la emergencia y supo aterrizar el helicóptero en un aeródromo militar cercano a Lisboa. Recuerdo que era viernes y en Rota nos esperaban impacientes, pues llevábamos los ingredientes de una laconada que debía celebrarse al día siguiente, así que, en vista de que teníamos que permanecer en aquella base hasta la llegada de otro helicóptero con la correspondiente turbina de repuesto, decidimos pasar los grelos al segundo helicóptero para que prosiguiera el vuelo a Rota. Al terminar la maniobra, el suelo de la pista quedó lleno de restos de grelos, lo cual, mirando la vaca que luce el parche de la escuadrilla en el pecho del mono de vuelo, hizo exclamar a un suboficial luso que nos ayudaba una frase que permaneció durante mucho tiempo en el devocionario popular de la escuadrilla: Agora entendo a vaca… Durante aquella accidentada estancia en tierras portuguesas se dio un incidente con el oficial de enlace que hizo sonreír a todos menos a mí. Era capitán, y desde el primer momento se mostró pródigo en atenciones hacia nosotros, hasta el punto de que nos llevó a cenar a su casa. Se llamaba Jorge M., era soltero y pertenecía a una familia acomodada, nostálgica del régimen de Salazar. Vivía en una villa imponente en mitad del campo, y la cena nos la sirvió un mayordomo perfectamente uniformado. Acabada esta, Jorge propuso salir a tomar una copa y los demás pilotos se excusaron, animándome a mí a que lo acompañara, de modo que nos fuimos los dos en su lujoso coche, y tras recorrer algunos kilómetros por una oscura carretera comarcal llegamos a nuestro destino. Dentro del local la oscuridad era tal que únicamente se distinguían unas minúsculas luces de colores debajo de la barra. Tras pedir un par de copas, Jorge se disculpó y se perdió en el interior, así que me quedé solo y al poco empecé a ver formas borrosas que bailaban al son de una música suave. Poco a poco las formas se fueron haciendo más perceptibles, hasta que pude darme cuenta de que eran hombres bailando con hombres. Naturalmente se me atragantó la cena y la copa, y en cuanto apareció Jorge le dije que no me sentía a gusto y que quería salir de allí. Él trató de tranquilizarme, pero hasta que no me vi fuera no respiré tranquilo. Me dijo que tenía que entregar algo a un amigo y que a continuación iríamos a otro sitio más convencional, de modo que volvimos a subirnos en el coche y se puso a conducir por una carretera local flanqueada por una barrera natural de eucaliptos, hasta que, repentinamente, frenó en seco, bajó su ventanilla, se agachó y sacó de debajo del asiento… ¡una ametralladora! La adrenalina se me concentró en algún lugar del cerebro y no supe qué hacer ni qué decir, pero Jorge sí parecía saber lo que quería y durante medio minuto se dedicó a ametrallar árboles. É o melhor para o estresse, espetó. Lo dijo haciéndome entrega del arma y señalando mi ventanilla en una clara invitación a hacer lo que le acababa de ver hacer a él. En ese momento 2016 357


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