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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO-SEPT 2016

EL ARMA AÉREA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO. CAMINO DEL CENTENARIO... tuve un rapto de inspiración y pude leer el titular de la prensa española del día siguiente: «Joven oficial de la Armada sorprendido en Portugal en mitad del campo disparando una ametralladora junto a un capitán portugués gay y golpista… ». Naturalmente me di cuenta de que nadie en España iba a creer mi versión, de modo que le supliqué que por favor me devolviera a la base junto a mis compañeros. Y ahí terminó la historia, aunque uno de los pilotos de aquel viaje loco, mi querido y añorado amigo León Dupuy, insistió durante años en que le contara el verdadero final. Ahora seguro que sonríe desde el cielo, ¡y sabe que dije la verdad! Helicóptero de la 5.ª Escuadrilla sobre el mar de Alborán. Otra de las facetas de los Sea King eran los vuelos de rescate y los desplazamientos estivales a Mallorca para dar seguridad al yate real. Lo de los rescates era bastante común, ya que entonces la Armada complementaba en aguas del Estrecho al SAR del Ejército del Aire, de modo que durante las horas de trabajo solíamos volar con personal de rescate, y fuera de estas había una dotación SAR de guardia. Como cualquier otro piloto de la escuadrilla participé en algunas de estas misiones y me desplacé muchas veces a Palma para dar apoyo al Fortuna, y en una ocasión ambas cosas vinieron a juntarse en una misión SAR en aguas próximas a Mahón. En Palma nos alojábamos en la base Militar de Son San Juan. La expedición solía estar compuesta por dos helicópteros, de modo que mientras una dotación permanecía en alerta de sol a sol, la otra descansaba. Era una época en que las relaciones con el Ejército del Aire eran tirantes debido a viejas rencillas. El caso fue que una tarde de vientos atemporalados, un yate francés pidió socorro cerca de Mahón. El Ejército del Aire tenía en la base un par de Pumas de rescate, uno de los cuales estaba en mantenimiento, de modo que salieron con el otro, ya que el yate estaba en su área de responsabilidad, pero tuvieron la mala suerte de que el cable de rescate se liara con el palo del velero y tuvieran que cortarlo, por lo que, con un disgusto bastante palpable, nos alertaron a nosotros, que pocos minutos después nos dirigíamos a la zona en cuestión, donde, efectivamente, un yate permanecía a la deriva con una impor- 358 Agosto-septiembre


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