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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO-SEPT 2016

CENTENARIO DE LA CREACIóN DE LA AERONÁUTICA NAVAL se hubiera planteado. Prueba de ello es que algunas marinas de nuestro nivel, en teoría más desarrolladas tecnológicamente, como la italiana, solamente consiguieron ponerse a nuestra altura con más de un década de retraso. Cuando, en 1955, llegaron a la Escuela Naval de Marín los Bell 47G, aquellos primeros pilotos y sus compañeros embarcados empezaron pronto a «jugar a los portaaviones», montando cubiertas de vuelo improvisadas sobre algunos remolcadores. Luego vinieron la segunda, la tercera y la cuarta escuadrilla, castigadas a rodar por tierra durante años, por exceso de osadía. Pero esa osadía tiró por donde pudo y, en 1966, la Armada española fue la primera del mundo —sí, por delante de la US Navy— en adquirir el mejor helicóptero de la historia, el Sikorsky SH-3D. Muy poco después, tras la llegada del portahelicópteros Dédalo, se convirtió en la primera marina que como tal incorporara el Harrier, aquel prodigio de avión al que muchos achacaban quemar todo el combustible en el despegue. No era ni 1980 y la Armada operaba aviones de combate desde la cubierta de madera de un viejo portaaviones que, aunque precario, superaba con creces el sueño de los pioneros de Marín. A esa velocidad de progreso y con ese ingenio, no es raro que la Armada y la construcción naval española empezaran a plantearse la fabricación de un portaaviones propio, y de ahí nació el Príncipe de Asturias. Si en aquellos años era impensable que nuestra Marina tuviera un portaaviones con aviones de combate, que fuéramos capaces de construir uno tampoco entraba en los planes de nadie; pero puestos a cumplir sueños, ¿por qué no habríamos de exportar portaaviones? Dicho y hecho, el 27 de marzo de 1997, diseñado y construido en sus astilleros de Ferrol por la Empresa Nacional bazán, entra en servicio, para la Marina tailandesa, el portaaviones Chakri Naruebet, marcando un nuevo hito en eso de romper moldes, en esta ocasión con implicaciones industriales. Hoy, la heredera de bazán, Navantia, con el asesoramiento y apoyo de nuestra Armada, prácticamente se puede decir que construye una nueva marina para Australia, que incluye dos portaaviones (LHD) y seis buques más con plataforma aeronaval. Dejo al criterio del sabio lector sopesar hasta qué punto la Armada de hoy y el lugar que ocupa en el mundo habrían sido los que son si no se hubieran producido los hechos aquí relatados. Por mi parte, únicamente puedo decir que me gusta pensar en esta etapa como aquella en la que la Armada moderna aprendió a soñar y a volver creer en sí misma. La historia de un gran equipo, sin primeros ni últimos El relato que sigue a continuación es una historia vital. Los helicópteros, los aviones y todos sus sistemas no son, en el fondo, más que hermosos trozos 234 Agosto-septiembre


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