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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 910

Seguridad y Defensa APADRINA UN PAÍS Juan Bustamante Alonso-Pimentel. Coronel. Caballería. DEM haría atacarnos a dentelladas. Dicen que los problemas de la humanidad empezaron cuando el hombre dijo «esto es mío» y con esto llegó la propiedad privada, y con esto las envidias y con esto las luchas. Este egoísmo incuestionable tiene en cambio una versión opuesta e ingenua. Casi todos nos transformamos en seres altruistas cuando es el Estado o «los demás» los que desembolsan el dinero. Así, el ciudadano ve con buenos ojos que un 0,7% del PIB se dedique a la ayuda al tercer mundo, o que se realice un despliegue de cualquier magnitud y con cualquier frecuencia en zonas de catástrofes azotadas por tanta calamidad climática o sísmica, o que se inicie cualquier programa de ayuda al desarrollo en su sentido más amplio. Las inversiones, las ayudas para combatir la pobreza que se han ido sucediendo a lo largo de incontables años y de otros incontables planes, están impregnadas de una abrumadora sensación grisácea de imposibilidad de solución. Como sísifos en trabajo sin fin, levantamos la piedra una y otra vez viendo pasar números de cuentas corrientes, programas televisivos de microdonaciones basadas en SMS, mil «operaciones kilo», recibimos llamadas que cortamos con presteza porque no vemos la cara del solicitante y nos sonrojamos cuando la cara del demandante, joven idealista, nos asalta en los pasos de cebra. REVISTA EJÉRCITO • N. 910 ENERO/FEBRERO • 2017  13  El mundo es desigual. Los hay altos y bajos, guapos y feos, listos y tontos, pero también los hay ricos y pobres. A su vez, los ricos y los pobres pueden serlo por circunstancias particulares, individuales, y entonces tenemos al rico por herencia o al que se lo ha ganado a base de esfuerzo, de riesgo, de suerte o de una combinación de todas la anteriores; y también tenemos al pobre por la ausencia de herencia, o de formación, o por falta de empuje o de suerte. Hay muchas causas. Cuando muchos ricos, o muchos pobres, viven juntos en un mismo país, entonces se dice que tenemos un país rico o un país pobre. Seguramente el principal problema de la pobreza, de la que tantísimo se ha hablado y contra la que hemos luchado desde que teníamos huchas del DOMUND, es que no se quiere acabar con ella. No hay otra. San Martín cortó la mitad de su capa para dársela a un pobre y pasó a la historia por ello. Este hecho es bastante indicativo sobre la tendencia a no compartir innata en el ser humano. Compartir es una conducta aprendida (a medias) por imperativo cultural. A regañadientes hemos ido aceptando el mantra de que «hay que compartir» porque, de niños, no nos sale. Nunca. Muy posiblemente este aprendizaje se deba a un beneficio de tipo práctico, y es que vivir en sociedad nos favorece a todos. Repartimos los trabajos e intercambiamos sus productos. Si no lo hiciésemos, el egoísmo nos


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