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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 911

Guerrero con tocado de plumas REVISTA EJÉRCITO • N. 911 MARZO • 2017  87  SECCIONES FIJAS los jugadores colocados en el octavo puesto sacaban el balón de un hoyo, todos pugnaban por llevarlo hacia la línea de fondo de los contrarios. El juego podía durar hasta medio día y en el surgían numerosas peleas y lesiones, a veces graves. Los diestros en este juego alcanzaban gran fama y eran invitados a jugar por todo el país. El ejército se dividía en infantería y caballería. Los araucanos, solo 17 años después de descubrir los caballos en el primer contacto con los españoles, en 1558, ya fueron capaces de alistar varios escuadrones. En 1585 el toqui Cadegual dictó unas normas que regulaban su caballería. La infantería, llamada namatuilinco, estaba organizada en regimientos de 1000 hombres divididos en 10 compañías. Como armamento la infantería portaba picas, mazas con puntas, lazos, arcos y flechas, además de alabardas españolas y cualquier otra arma capturada; abandonaron las hondas tras los primeros choques con los españoles. La caballería usaba lanzas y espadas. Todos, como armamento defensivo portaban a modo de coraza, yelmo y escudos de cuero endurecido. En ocasiones usaron mosquetes capturados, pero el desconocimiento de la fabricación de la pólvora hizo que una vez gastada esta no pudieran seguir disparando. Antes de una campaña, las unidades araucanas desfilaban con todo su armamento delante del toqui. Todos los batallones portaban estandartes, con una estrella como emblema, y los guerreros llevaban plumas en las bandas de sus frentes. Tras una reunión del toqui con su plana mayor, el ejército, precedido de exploradores, avanzaba al sonido de tambores. Cada soldado aportaba sus armas y sus víveres. Estos solían limitarse a una bolsa con harina tostada, que tomaban disuelta en agua, hasta que se hacían con provisiones del enemigo. Disponían sus campamentos en zonas bien guarecidas y con abundantes centinelas, donde cada hombre debía encender un fuego, para dar impresión de ser un gran ejército. Tenían los araucanos costumbre de construir profundos fosos llenos de espinos, para detener la caballería enemiga. También levantaban fuertes de troncos con troneras y construían trampas que ocultaban profundos hoyos con afiladas estacas. Sabían aprovechar el terreno y procuraban llevar a la caballería enemiga hacia zonas pantanosas donde perdiera su eficacia. En orden de batalla, la caballería se desplegaba en las dos alas quedando la infantería en el centro. En esta siempre se intercalaban un macero y un piquero, iba detrás de cada línea así constituida, otra de arqueros. El lado derecho lo mandaba el vicetoqui y el izquierdo un oficial distinguido, ambos a las órdenes del toqui, quien desde el centro acudía adonde hiciese falta. El toqui arengaba a sus guerreros, que a duras penas podían ser contenidos por sus oficiales, hasta la orden de avance. Era habitual que algunos de ellos se adelantasen a insultar y retar a sus enemigos, y aún que algunos se lanzasen a kamikazes ataques en solitario contra el ejército enemigo. El ataque lo realizaban entre gran griterío y disputándose los primeros puestos, aunque sabían que sus primeras filas eran sacrificadas a la artillería y los mosquetes españoles, a fin de que las últimas llegasen al cuerpo a cuerpo. Si obtenían la victoria se repartían a partes iguales botín y prisioneros, independientemente del rango. Los enemigos eran convertidos en esclavos o canjeados por un rescate, menos alguno de vez en cuando que sacrificaban de


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