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Revista General de Marina 269 5 dic

RUMBO A LA VIDA MARINA al exterior, por la cavidad oral, un individuo totalmente formado. ¿Sería incorrecto decir que «lo pare»? El caso es que estamos en uno de los primeros casos de viviparismo que se da en la historia evolutiva de los animales. Y digan lo que digan los puristas, el proceso tiene algo de uterino porque, con las necesarias reservas, es un trasunto, casi, de la gravidez humana. Sigamos: los pólipos coralinos, que tienen un tamaño medio entre dos a diez milímetros, se alimentan filtrando a través de su aparato oral diversos organismos microscópicos del plancton y, en el caso de las anémonas y otros pólipos solitarios, no coloniales, aunque puedan ser gregarios, y cuyo tamaño es mucho mayor, capturando algún pececillo u otras presas con sus tentáculos cargados de nematocistos. Ahora bien, en este momento el autor de Rumbo a la vida marina debe confesar que en el presente párrafo se ha guardado en la chistera, intencionadamente, lo más importante, curioso y genuino que tiene el proceso alimentario en pólipos coloniales y, por contraposición, en otros que no lo son tanto. Esta intencionada omisión la desvelaremos al final del capítulo del presente bimestre para que, con ayuda de los polvos de la madre Celestina, sea el deslumbrante colofón de cuanto pueden dar de sí unas criaturas que parecen plantas y flores y que, magistralmente, abrieron paso al avance de la evolución animal. Pero claro, si el autor quiere ser consecuente, antes de seguir adelante con el hilo de su monserga debe aclarar lo que es un coral duro y uno blando. Pues ahí voy: los arbolillos de los corales duros o pétreos (que son constructores de arrecifes, llamados por ello corales hermatípicos) son estructuras ramificadas rígidas, indeformables y muy vistosas, construidas con carbonato cálcico por los mismos pólipos que cobijan. Nosotros también formamos huesos y dientes con parecido proceso, o sea que no debe extrañaros que otras criaturas se nos hayan anticipado. Y quizá sea un sano ejercicio de humildad el reflexionar que nuestro modelo fue un modesto pólipo. Filosofía barata, perdón. Tras la muerte de los incontables pólipos que se hospedan en estos edificios coralinos ya no tienen razón de perpetuarse, se derrumban y los escombros van añadiendo nuevas capas de mineral al arrecife de coral, que va creciendo en vertical por acumulación, o sea que, cuantos más cadáveres se produzcan más se acercará el arrecife a la superficie marina, emergiendo islas y tapizando los atolones. Dicho con otras palabras: más se acercarán a la luz, a la transparencia de las aguas y a su templanza que tanto necesitan… Y como los pólipos están comunicados íntimamente entre sí, la muerte de unos pocos conduce enseguida a la muerte del conjunto coralino, y el intercambio entre la vida y la muerte se sucede, vertiginoso, en el arrecife. Los corales blandos, como el coral rojo, con sus bellísimos pólipos blancos de ocho tentáculos, emplean también el carbonato cálcico en la construcción de sus estructuras, pero en su caso es para formar unas espículas no muy bien trabadas entre sí y levantar con ellas un armazón deformable y laxo que, a semejanza de los árboles, tiene dos capas, una corteza exterior, blanducha y 918 Diciembre


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