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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

156 ARTURO CAJAL VALERO el paso de presentarse voluntarios, renunciando a toda retribución; las Diputaciones eligieron entre estos al abanderado y al subayudante de cada tercio. Sobre los orígenes geográficos de la tropa finalmente reclutada –y los diferentes criterios que a este respecto, recordemos, opusieron Vizca-ya y Guipúzcoa por un lado y Álava por otro–, nos remitimos al punto 2 (ver supra). El equipamiento corrió a cargo de las Diputaciones. Consistió en: vestuario, cananas, botas para líquidos, ollas de rancho y los siguientes efectos que fueron importados de Francia: mochilas, tiendas, mantas y botiquines –encargados en París por el general Latorre y el diputado foral guipuzcoano Genaro Sorarrain–. Como curiosidad, las boinas fue-ron fabricadas en Azcoitia por la empresa Esteban de Hurtado de Men-doza a un precio (el modelo sencillo de la tropa) de 12 reales la unidad. El armamento correspondía en principio a las mismas provincias, de acuerdo a la tradición foral, pero en este punto sus gestiones no tuvieron éxito. Desde el principio las corporaciones forales pretendie-ron dotar a estas tropas con carabinas rayadas (sistema Minié), pues se trataba del arma más indicada para una fuerza de infantería ligera, que era como las autoridades provinciales y la opinión pública local conceptuaban a los Tercios, de acuerdo a los hábitos y la mentalidad de un país montañoso como era el vasco. La infantería ligera del Ejército regular (los cazadores) estaba dotada igualmente de carabinas rayadas. No obstante, en España no había disponibilidad de estas armas para dotar a los Tercios, y las gestiones, de acuerdo con el mariscal Latorre, se dirigieron en primer lugar hacia Lieja (Bélgica), donde a principios de diciembre acudieron personalmente el propio Latorre y dos miem-bros de la Diputación guipuzcoana (Genaro Emparan y Genaro So-rarrain), sin encontrar armas disponibles; a mediados de ese mes los tres pasaron a París, donde se repitió el mismo resultado. Otro vocal de la corporación guipuzcoana, Casimiro Guerrico, realizaría las últi-mas y tardías gestiones en Inglaterra, donde a principios de febrero y por la escasez de carabinas disponibles (solo 120) se le ofrecieron 2.900 fusiles Enfied que consideró muy caros; informó que serían un gasto poco rentable, porque además la guerra posiblemente acabaría pron-to, y después de ella “es bien seguro que no nos los dejarán tener en Guipúzcoa”47. Dos semanas después, la División Vascongada recibió 47  Carta de Guerrico a la Diputación guipuzcoana, Londres 2-2-1860. (AGG, JD, IT, 2362, 1; AFB, Guerra de África, 4).


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