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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

LA PARTICIPACIÓN DE LOS TERCIOS VASCONGADOS… 163 lar de las Provincias” (tradicionalista); y aseguraba que si el Gobierno no rectificaba este nombramiento “muy escasos voluntarios” se iban a presentar “siquiera se les buscara con abundante dinero”. A su juicio, debería ser jefe de los Tercios Vascongados uno de los antiguos jefes car-listas que al acabar la guerra civil habían prometido fidelidad a la reina Isabel y habían continuado en el Ejército, “jefes de su propia comunión y acostumbrados a organizarlos y conducirlos al combate”62. La Espe-ranza agitaba especialmente el dato de que Latorre, siendo diputado a Cortes durante el Bienio Progresista, hubiera votado a favor de la “ne-fanda” libertad religiosa en la nonata Constitución de 1856. Y aprove-chaba también el periódico neocatólico para atacar a las Diputaciones liberales y al periódico liberal-fuerista bilbaíno Irurac Bat, acusándolas de representar solo a la minoría detentadora del poder (sectores libera-les del País Vasco) y no a la masa del pueblo. La actitud de La Esperanza fue objeto de la censura general del resto de la prensa, no solamente de la vasca sino también de la nacional. El moderado y profuerista La España afirmó categóricamente que, aunque los vascongados habrían visto con satisfacción al frente de sus Tercios a uno de los jefes naturales de aquellas provincias y familiarizados con sus habitantes, la designación de Latorre no iba a influir negativamente en su lealtad y su valor63. Tanto el bilbaíno Irurac Bat como los madrileños La Iberia (progresista), La Discusión (demócrata), El Clamor Público (gubernamental), etc., señalaban que el nombramiento de Latorre no era cuestión de partido ni de exclusivismo político (como demostraba el hecho de que el Gobierno hubiera nombrado a un hombre de la opo-sición, en vez de a un general unionista) sino de eficacia militar, pues Latorre era un experto en organización de cuerpos armados, que era precisamente lo que se requería para la eficaz formación de los Tercios Vascongados. El hecho de que La Esperanza intentara suscitar descon-tento en estas provincias, en un contexto bélico y en pleno proceso de movilización patriótica y militar de toda la nación, fue justamente ta-chado de mezquino e irresponsable: la guerra de Marruecos era una cau-sa nacional, pero “La Esperanza no quiere el triunfo de la patria como se deba a un partido que no sea el suyo”64; era ridículo que el periódico ideas” (25-11-1859). Una década más tarde, en 1869, se definía a Latorre como ubicado “dentro del radicalismo progresista” (Los Diputados pintados por sus he-chos…, cit., p. 460). 62  La Esperanza, 14-12-1859. 63  La España, 25-11-1859. 64  Irurac Bat, 27-11-1859.


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