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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

170 ARTURO CAJAL VALERO (y se les demandó que compensaran su disfrute mediante una aporta-ción generosa e inmediata), posteriormente la crítica se centró en la de-mora de su llegada al teatro de operaciones, que se achacó a la incapaci-dad del régimen foral para contribuir eficazmente a la defensa nacional en una guerra moderna (lo cual era bastante evidente, objetivamente hablando), e incluso a desgana y mala voluntad (esto último era absolu-tamente incierto, pues nadie más interesado en cumplir adecuadamente sus compromisos que las Provincias Vascongadas, por razones políticas y de reputación que ya hemos apuntado). En realidad, las corporaciones forales hicieron cuanto estuvo en su mano para cumplir sus compromisos dentro de las posibilidades y li-mitaciones del sistema foral, y no hubo gran motivo para censurarlas en este aspecto –con una excepción, la parsimoniosa reacción inicial de las Diputaciones Forales al producirse el 22-10-1859 la declaración de guerra, y que fue duramente criticada por los propios representantes vascos en Madrid81–. No obstante, cuando dos semanas después las tres corporaciones concretaron, por fin, cuál sería la aportación vasca a la guerra (4-11-1859) y este acuerdo fue ratificado a mediados de mes por las respectivas Juntas Generales de cada provincia, las Diputaciones y ayuntamientos emprendieron la tarea reclutadora con el máximo in-terés, siendo activamente secundadas por todos los agentes sociales del País Vasco (prensa, clero, etc.). Es cierto también, de todas formas, que si las Diputaciones hubieran tratado la cuestión ya con anterioridad a la ruptura de las hostilidades –como les sugirieron los diputados a Cortes y comisionados vascongados desde Madrid–, habrían ganado dos sema-nas, que en este contexto pudieron haber sido muy valiosas. En cualquier caso, es evidente que un sistema militar como era el foral, a base de milicias territoriales movilizables (lejana herencia de las milicias concejiles medievales), no resultaba desde luego el más apto para proporcionar una respuesta rápida en el caso de las guerras co-loniales en el exterior (la hipótesis bélica más probable). Todavía más, antiguamente había sido eficaz para colaborar en la defensa del propio territorio ante una invasión francesa, pero a la altura del siglo xix su efectividad para hacer frente incluso a una amenaza de este tipo parecía asimismo dudosa (por las razones que ya apuntamos en el punto 1), además de que la neutralidad de España en el continente y sus buenas relaciones con Francia hacían muy remota esta hipótesis. 81  Se aborda este aspecto en “La cuestión foral…”, cit.


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