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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

238 ENRIQUE GUDÍN DE LA LAMA Además, el 23 de mayo, cuando se abrieron las Cámaras, en su dis-curso de apertura el rey habló de Marruecos como primer problema del país. La prensa y la sociedad se habían decantado definitivamente contra las acciones bélicas en Marruecos. Con todo ese panorama en contra, era imposible que un Gobierno débil autorizase el desarrollo de opera-ciones militares. El ambiente dentro del propio Ejército seguía enrarecido. En mar-zo, el teniente coronel Millán Astray había sido restituido en su mando africano de la Legión, y los oficiales afectos a las comisiones Infor-mativas aprovecharon su viaje hacia Marruecos para manifestarle su menosprecio. La política del Gobierno, de pacificación a cualquier precio, tuvo como consecuencia la renuncia del general Orozco, capitán general de la 1.ª Región Militar, el 29 de mayo. Con su dimisión presentaron su queja 68 generales que se oponían a las condiciones que se estaban pactando con Raisuni. Además estaba la cuestión de encontrarle sucesor al ministro de la Guerra. No resultó sencillo. El general Aizpuru, que finalmente ocupó el cargo, lo hizo por petición expresa del rey. En Melilla, la política errática de los liberales había provocado ya dos dimisiones casi seguidas de sendos comandantes generales. En fe-brero se le había aceptado la dimisión al general Lossada, molesto con el nombramiento de un alto comisario civil, y su sucesor, el general Vives, presentaba por primera vez la suya a las dos semanas de llegar a Melilla. Vives insistió, pero no se le aceptó la dimisión hasta el 30 de mayo: otra dimisión importante que coincidía con los combates de Tizzi Assa. Se intentó sustituirle cuanto antes, pero no fue posible. El 2 de junio el ge-neral Bazán rechazaba el cargo, se continuó buscando y el 6 de junio se consiguió nombrar a Martínez Anido. Otro de los motivos de malestar en el ejército de África vino de la mano del Consejo Supremo, por los retoques y penalizaciones de las sentencias que hicieron a los consejos de guerra de Melilla y que afec-taban a jefes y oficiales destinados en África. A finales de abril Vives comunicaba al ministro de la Guerra: “He recibido orden del Consejo Supremo imponiendo un mes de arresto a tres generales, tres coroneles, un auditor juez y apercibimiento a mi auditor. Si los arrestos se cumplen simultánea e inmediatamente se producen graves perturbaciones en el mando pues me quitan el único general existente en la línea de contacto (el general Echagüe) y coroneles jefes de columna que no puedo reem-


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