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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

268 RAQUEL SÁNCHEZ GARCÍA fusilados tuvieron que marchar al exilio, los simpatizantes de la suble-vación encontraron en el general Diego de León el personaje perfecto para construir a su alrededor una hagiografía que contribuyó mucho a otorgar al pronunciamiento un carácter moral del que inicialmente había carecido. En León se subsumían una serie de elementos que faci-litaban esa atribución. El general no era político ni había estado nunca próximo a los entornos políticos, a pesar de que se sabía de su filiación conservadora. Las connotaciones negativas asociadas a la política par-tidista se hallaban ajenas a él, pues las declaraciones públicas que se le conocían giraron siempre alrededor de un argumento: la defensa de la Corona en la persona de Isabel. Desde la primavera de 1840 y tras los acontecimientos de septiembre de ese año y la huida de la regente María Cristina, el posicionamiento de León al lado de esta le ubicaba políticamente en un sector concreto siempre justificable, a los ojos de sus panegiristas, por su deseo de defender la legalidad establecida4. El resto de los militares implicados tenían, directa o indirectamente, una connotación ideológica más marcada. A todo esto se unía el hecho de que León había sido uno de los militares más victoriosos en la guerra carlista, lo que le daba un bagaje popular bastante considerable, por lo que buena parte de su leyenda heroica ya estaba construida. La conspiración se preparó en París entre la reina María Cristina, su marido Fernando Muñoz y los moderados en el exilio e implicó a otros moderados que se encontraban en España. Su objetivo era apartar a Espartero del poder, y para ello se había tejido una red de pronuncia-mientos que se producirían en los primeros días del mes de octubre de 1841. Uno de esos pronunciamientos iba a tener lugar en el País Vasco y Navarra, liderado en Pamplona por el general O’Donnell y en Bilbao por el antiguo ministro Manuel Montes de Oca. Otros focos estallarían en Zaragoza, con el general Borso di Carminati, y en Andalucía, con el general Narváez. El punto central de la conspiración era Madrid, donde el propósito estribaba en secuestrar a la reina y a su hermana y llevar-las con su madre. Entre el 2 y el 7 de octubre se produjeron las suble-vaciones de Pamplona y Zaragoza, pero Narváez tuvo que neutralizar el levantamiento en Andalucía por la falta de apoyos entre la tropa y 4  Las relaciones de León con la regente en BURDIEL, I.: Isabel II. No se puede reinar inocentemente. Espasa Calpe, Madrid, 2004, pág. 114. A pesar de que no se han encontrado datos que lo corroboren fehacientemente, es muy probable que Diego de León perteneciese a la Orden Militar Española, organizada alrededor de la reina madre en París, y de la que formaban parte otros generales conservadores como Juan Pezuela o Manuel Gutiérrez de la Concha.


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