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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

HÉROE Y MÁRTIR. LA CONSTRUCCIÓN DEL MITO DE… 277 tragedia31, las narraciones tienen un carácter fatalista; relatan los acon-tecimientos de la biografía del general proyectándolos hacia la última semana de su vida, en la que los hechos se precipitan encadenados por un conjunto de casualidades fatídicas. León se convierte en mártir du-rante las horas de huida de Madrid y durante el juicio al que fue someti-do, y es esa condición de mártir la que permite cumplir el destino que le atribuyen sus hagiógrafos32. En algunos casos, como el de Pastor Díaz, el lector asiste a una auténtica identificación entre el general León y Cristo, como se verá después. En el proceso de construcción del martiro-logio hay un elemento inicial que es la traición interna, el enemigo inter-no que inicia el camino para la perdición del héroe. En el caso de Cristo, este individuo fue Judas; en el caso de León se trata de un sujeto colec-tivo que nace en el mismo Ejército y que actúa movido por las envidias que los éxitos del conde de Belascoáin despiertan en otros militares. Los autores hablan de estos recelos ya durante la guerra carlista, cuando esta se hallaba próxima a su fin y los generales trataban de hacer valer polí-ticamente sus éxitos en el campo de batalla. Hay un momento concreto, en los últimos meses de la guerra civil, en que los autores recogen unas supuestas palabras de León que anuncian el futuro: “Ya hay complot de generales contra mi”. El general que personifica la estrategia de margi-nación de León es Espartero. Las publicaciones hagiográficas de León realizan un paralelismo entre ambos, cotejando los valores morales y los físicos (en tanto que exteriorización del carácter) de ambos33. De esta comparación resulta un Espartero movido por los celos, un Espartero que ha necesitado más años para triunfar, cuyo origen familiar no es tan 31  Véanse, por ejemplo, estas palabras de Ovilo: “ya pesaba sobre su cabeza la pre-destinación de las grandes víctimas” (OVILO Y OTERO, 1852, pág. 61). 32  León huyó del área cercana a Palacio con otros cuantos soldados y oficiales. En la Puerta de Hierro fueron sorprendidos por un escuadrón de caballería y se dis-persaron. Al saltar una zanja, León perdió su caballo y comenzó a andar para alcanzar la carretera hacia Valladolid. Al día siguiente, sin expectativas de poder continuar la marcha, topó con un escuadrón de húsares dirigido por el coman-dante Pedro Laviña, antiguo ayudante suyo. Al parecer, Laviña le ofreció la posi-bilidad de huir, pero León se negó y acabó entregándose. Uno de los documentos que se le encontraron fue una carta a Espartero, redactada por él mismo, que le inculpaba como implicado en la sublevación y en la que se podían leer párrafos como este: “para que no desconozca usted el móvil que me lleva a desenvainar una espada que siempre emplée en servicio de mi reina y de mi patria, y no en el de las banderías, le noticio, en obedecimiento de las órdenes de SM y para el bien del reino, que hallándose SM resuelta a recuperar el ejercicio de su autoridad, me previene llame al ejército bajo su bandera, la bandera de la lealtad castellana, y lo aperciba y disponga a cumplir las órdenes que en su real nombre estoy encargado de hacerle saber” (DÍAZ, 1969, vol. i, p. 244). 33  SÁNCHEZ, R.: Románticos españoles. Síntesis, Madrid, 2005, pp. 121-150.


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