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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

44 ANA ARRANZ GUZMÁN sucederle71. A pesar de ello, el nombramiento se llevó a cabo y, en julio de 1345, el rey se encontraría con él con motivo de la visita realizada al sepulcro del apóstol. La fuerza de los lazos existentes entre el prelado y el monarca se aprecia también en el diploma expedido al año siguiente a favor del señorío del arzobispo sobre la ciudad ante los disturbios que en la misma se venían produciendo desde hacía tiempo72. Sus actividades extra-eclesiásticas no impidieron, sin embargo, que celebrara un sínodo en 1346. Según ya se ha mencionado, también estuvo presente en esta empre-sa bélica el arzobispo de Santiago don Martín Fernández de Gres. Don Martín era miembro de una de las principales familias de la tierra de Deza. Sus antepasados habían estado prestando diversos servicios a la monarquía desde los tiempos de Alfonso VII. Fue canónigo de la cate-dral en 1312 y vicario del deán en 1335. Finalmente, en 1338, fue elegido por aclamación capitular, per viam spiritus sancti, arzobispo de Santia-go. Don Martín se ocupaba de los diferentes asuntos relacionados con su archidiócesis, como la convocatoria en 1339 de una junta con la pre-sencia de los otros obispos gallegos y del pertiguero mayor de Santiago don Pedro Fernández de Castro para acabar con los golfines. Pero cada vez que el rey requería sus servicios, el prelado abandonaba sin dudarlo sus obligaciones pastorales y jurisdiccionales. Así, le encontramos en los preparativos y desarrollo de la batalla del Salado73. Seguramente, su entrega a los deseos regios le ayudó a conseguir una serie de privilegios reales, datados el 5 de diciembre de 1340 en las cortes celebradas en Lle-rena, en los que el monarca hace una clara referencia a la participación del prelado en la contienda: “por los buenos servicios que los arçobispos que fueron de Santiago fizieron a los reyes onde nos venimos et el dicho arçobispo (don Martín) a nos señaladamente, que se acaescio connusco en esta batalla…”74. Tras regresar a Santiago nuevamente, marchó otra vez a Andalucía en la primavera de 1341 con el pertiguero don Pedro de Castro y con sus huestes, incorporándose en el Real sobre Priego para participar en su conquista y en la de las villas que le sucedieron75. Poco después, a principios de 1342, se reúne otra vez con el monarca 71  Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela, Santiago de Com-postela, 1902-1903, vol. vi, p. 126. 72  Sobre el desarrollo y evolución de los acontecimientos, véase: A. Arranz Guz-mán, “Los enfrentamientos entre concejos y poderes eclesiásticos en las cortes castellanas. ¿Sincronización de los conflictos?”, en Hispania, 171 (1989), pp. 5-68. 73  Crónica, cap. ccxliii, p. 319. 74  Publicado por A. López Ferreiro, ob. cit., pp. 114-115. 75  Crónica, cap. cclviii, p. 334.


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