Page 54

REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

58 ANA ARRANZ GUZMÁN das a lo largo de su desarrollo, permiten arrojar algo más de luz sobre el mismo. Según se ha podido ir observando a lo largo de estas páginas, lo primero que llama la atención respecto a la participación directa, “con las armas en la mano”, de los obispos de Castilla en la guerra es la gran distancia existente, desde el punto de vista cuantitativo, entre la eta-pa que abarca los años de minoría y primeros de gobierno efectivo de Alfonso XI y la que corresponde a los últimos doce años. En la prime-ra, tiempos de turbulencia y luego de reajuste, los prelados, salvo los puntuales casos mencionados de los arzobispos de Toledo y Sevilla y los obispos de de Córdoba y Jaén, todos ellos ligados a intereses terri-toriales y fronterizos, no entraron en acciones bélicas. Esto no significa que dejaran de desempeñar funciones políticas entre 1312 y 1337 de in-discutible repercusión y que, además, de una u otra manera, se proyec-tarían en algunos casos en las campañas posteriores del sur peninsular. Me refiero, por ejemplo, a su nutrida concurrencia a las Cortes palen-tinas de 1313 para solucionar el tema de los tutores y de la creación de un consejo para asegurar la guarda del rey niño, así como a la reunión posterior de Palazuelos y a las Cortes de Burgos de 1315. También les vemos actuar tras el desastre del año 1319 en la vega de Granada ante la necesidad de avenencia entre don Felipe y don Juan Manuel, primero en el acto de conciliación que tuvo lugar en Burgos, donde los obispos don Simón de Sigüenza y don Sancho de Ávila fueron especiales prota-gonistas, y segundo, de manera conjunta, en la convocatoria presidida por el legado de Juan XXII, el obispo sabinense Guillermo Godin, con el objetivo de alcanzar una concordia definitiva. Y lo mismo hay que decir respecto a las actuaciones emprendidas por prelados como don Juan del Campo, obispo de Cuenca y más tarde de Oviedo y de León, o don Pedro Martínez de Cartagena para mejorar las relaciones entre el monarca castellano y don Juan Manuel. Sus actividades en materia económica resultaron, asimismo, fundamentales. Sirvan como ejemplo la recaudación y control de las tercias y décimas, tras su concesión en 1313 y entre 1317 y 1320, llevadas a cabo por el arzobispo de Toledo y el obispo de Córdoba; o la embajada al papa en 1326, organizada por Alfonso XI para solicitar más dinero para la guerra, encabezada por el obispo conquense don Juan del Campo. En la segunda etapa, por el contrario, ya se observa una mucho más nutrida participación del cuerpo episcopal en las batallas. En la del Salado, al margen de las dudas sobre la participación activa de algún prelado, como la del arzobispo de Sevilla, se pueden confirmar las de


REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112
To see the actual publication please follow the link above