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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

LORIGAS Y BÁCULOS: LA INTERVENCIÓN MILITAR… 61 sis no lo hicieron después, aunque sí colaboraron con Alfonso XI en la percepción de las tercias y la décima concedidas en 1340. Y lo mismo cabe decir respecto al diferente comportamiento del prelado sevillano don Juan Sánchez en la campaña de Olvera y en las posteriores. No obstante, sí parece que estuvieron especialmente comprometidos los de Cádiz y Jaén, fray Bartolomé y don Juan Morales, respectivamente. Pero también lo estuvieron, como acabamos de apuntar, prelados titulares de diócesis tan alejadas como Mondoñedo y Santiago. Todas estas consi-deraciones y salvedades nos llevan a afirmar que ni el pertenecer a un linaje nobiliario, ni el desempeñar un cargo en la corte, ni el ser titular de una diócesis del sur determinaban necesariamente el comportamiento bélico de nuestros obispos, como mucho, alguna de estas circunstancias pudo condicionar su decisión en un momento concreto. Pero todavía quedan algunas preguntas por responder. Una vez co-nocidos los personajes que realmente participaron en las batallas, ¿resul-taría acertado calificar a todos ellos de obispos guerreros? ¿Existía un perfil concreto de obispo peleador? Considero que el hecho de combatir en alguna ocasión, motivado por uno o por varios de los condicionantes expuestos, no convertía a un prelado en obispo guerrero, si entendemos como tal a un eclesiástico volcado en las armas hasta el punto de aban-donar totalmente sus obligaciones litúrgicas y pastorales, o relegándolas a un plano muy secundario, ni tampoco le convertía en un experto en ma-teria bélica. De acuerdo con estas pautas, creo que solo pueden ser califi-cados de auténticos peleadores el obispo de Jaén, don Juan Morales, y el de Mondoñedo, don Álvaro Pérez de Biedma. Asimismo se puede incluir en este grupo, aunque con algunos matices en cuanto que su fin último era la evangelización de infieles, al obispo gaditano, fray Bartolomé. El caso del arzobispo de Toledo es mucho más especial. Sin duda, don Gil Álvarez de Albornoz fue quien llegó a tener mayores conocimientos de estrategia militar, como años más tarde lo demostraría en su andadura italiana dirigiendo las huestes pontificias. Pero su inteligencia, su bagaje cultural y su gran capacidad de trabajo y diversificación en el mismo le convierten en un personaje demasiado rico y complejo como para hacer sobresalir por encima del conjunto de su obra su faceta bélica. Todo ello nos lleva a afirmar que no hubo un perfil concreto de obispo guerrero. A la vista de los datos recogidos, cabe decir que determinados prelados que combatieron en los enfrentamientos bélicos de estos años desdeñaron por completo su faceta eclesiástica, mientras que otros siguieron cumpliendo con los deberes que conllevaba su dignidad, incluso en mayor medida que algunos obispos que jamás empuñaron las armas.


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