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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

74 ALBERTO BRU SÁNCHEZ-FORTÚN día siguiente, se mostraron inquietos por la tardanza en organizar un ejército voluntario en el norte de Marruecos. El segundo, más serio en sus argumentos, exigía al Gobierno que, previamente, definiera el al-cance de nuestra intervención en África, y, en consecuencia, diseñara el instrumento militar necesario para desarrollarla. Pero ese instrumento, terminaba, nunca podría ser el ejército de quintos levantado para defen-der nuestras fronteras. Al día siguiente, en el resumen final que zanjaba el debate, el entonces ministro de la Guerra, general Aznar, se apresura-ba a asegurarles la pronta presentación de un proyecto de ejército colo-nial, pero advirtiendo a la cámara que su sostenimiento sería caro. Dos meses después, en la sesión del 14 de diciembre, Pedregal, una vez más, no desaprovechó la fijación anual de la fuerza permanente –brevísimo debate en el que cada año intervenía– para volver a instar al Gobierno a que determinara de una vez el instrumento militar con el que íbamos a ejercer nuestra acción en África, suspendiendo todo aumento en el contingente y en los gastos mientras se estudiaba la creación de un ejér-cito colonial para Marruecos. Le preocupaba sobre todo saber cuándo se iba a presentar un proyecto en ese sentido, y si el aumento de fuerza que exigiría ya estaba incluido en la cifra, a todas luces exagerada, de los 115.000 hombres pedidos para 191115. Intentando cumplir el compromiso adquirido por Canalejas ante los representantes de la nación, su ministro de la Guerra, Aznar Butigieg, encargó en agosto de aquel año de 1910 al Estado Mayor Central que 15  La intervención de Llorens en “Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados” n.º 45 de 19 de octubre de 1910, pp. 1240-1247, en especial la última. La siguiente de Pedregal en ibídem. n.º 46 de 20 de octubre de 1910, pp. 1266-1271, en especial las dos últimas. El discurso de cierre del ministro Aznar en ibídem. n.º 47 de 21 de octubre de 1910, pp. 1327-1330, en especial la última página. Con fecha del día siguiente, y uniendo su advertencia a la del ministro, El Globo (Madrid, 1875), en su p. 3, y El Heraldo Militar (Madrid), p. 1, publicaban un mismo suelto sin firma, en el que ponían el dedo en la llaga al indicar lo cara que resultaría una fuerza armada voluntaria, máxime si el salario de cada uno de los 40.000 voluntarios necesarios debía ser superior al de los números de la Guardia Civil. Al mismo tiempo se ponía al benemérito instituto como ejemplo de la organización que se perseguía, confusión de concepto que se repetirá otras veces en esos años, y que demuestra que, aunque todo el mundo aceptaba la nece-sidad de librar de Marruecos a los conscriptos, no estaba madura la naturaleza, ni claro el empleo, del ejército colonial que debía evitarles ese calvario. Por último, el discurso de Pedregal en torno a la fijación de la fuerza permanente para 1911 en “Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados” n.º 88 de 14 de diciembre de 1910, pp. 2973-2975. En este mismo número, páginas 2965 a 2968, el diputado de la comisión, Pío Suárez Inclán, nos revela que los voluntarios en el Ejército español, muy pocos en África, no sobrepasaban entonces los 16.000; y lo hace al discutirle al entonces diputado republicano federal Joaquín Salvatella la posibilidad de organizar la totalidad del Ejército español solo con voluntarios.


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