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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

90 ALBERTO BRU SÁNCHEZ-FORTÚN riado. Una vez más, como en 1909, como en 1911, nuestras necesidades coloniales nos obligaban a debilitar el supuesto grueso del Ejército: el desplegado en la Península en defensa de nuestras fronteras y costas, y eso que, como veremos, el descabalamiento del ejército metropolitano solo acababa de empezar. Pero por de pronto, la incorporación de los cuotas a las unidades que habían elegido proporcionaba al régimen la posibilidad de explotar la idea de que la entrada en los cuarteles de los hijos de los pudientes, aunque fuera por unos pocos meses, terminaba con la desigualdad his-tórica de los españoles ante el servicio militar. En este sentido, se optó, en aquella primavera de 1913, por hacer más vistosa la jura de bandera en Madrid de los nuevos soldados; y qué mejor para ello que traer a la corte desde Melilla, para que participaran en el desfile que coronaba la magna ceremonia, dos compañías y un escuadrón de aquella unidad de regulares indígenas, que, como ya hemos comentado, se había organi-zado dos años antes. Su presencia en Madrid serviría para demostrar a los desconfiados de siempre que los nuevos reclutas no corrían ningún riesgo porque el ejército colonial comenzaba ya a ser una realidad41. Solo dos días después de los esplendores de la jura, y del último atentado contra el rey, La Correspondencia Militar, constante portavoz del ejército de la península, solicitaba que se enviaran a Tetuán tropas de la comandancia de Melilla, más fogueadas, y quedara la brigada de cazadores en Madrid, al menos hasta que ganara algo más de cohesión; y recordaba, además, que enviar esa brigada a África para constituir una guarnición permanente debilitaba la defensa nacional en tiempos de imprevisible crisis europea: “Esto es absolutamente contrario a nuestra campaña de hacer independiente –en tiempo normal– el ejército colo-nial, cuya misión es pacificar Marruecos, con el de la Península, que tiene una misión mundial”. Por último, se permitía una advertencia que explicitaba lo que estaba en la mente de todos: en caso de conflicto los nuevos soldados de cuota debían seguir la suerte de sus batallones junto a sus compañeros menos afortunados. Soslayar esa exigencia de la recién se constituya un distrito militar que se denomine Comandancia General de La-rache” en Gaceta de Madrid n.º 77 de 18 de marzo de 1913, pp. 713-714; y “Real decreto reorganizando la Comandancia General de Ceuta” en Gaceta de Madrid n.º 100 de 10 de abril de 1913, p. 90. 41  Una buena descripción de esta primera visita de los regulares a la península en JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ, José María {et al.}: Fuerzas regulares indígenas: de Melilla a Tetuán 1911-1914: tiempos de ilusión y de gloria. Madrid: Almena. 2006, pp. 129-131. También El Imparcial (Madrid, 1867) de 6 de abril de 1913, p. 1; y de 10 de abril de 1913, p. 1.


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